Informanet

14/2/08

Dreyer en primer plano



Bienvenidos al Sitio Web www.informanet1.com Director General: Erasmo Martínez Cano… Comentarios y sugerencias: Editor: Erasmo Martínez / Javier Tlatoa ( portal@informanet1.com ) ( erasmocano@gmail.com )

Radio <<< >>> TV

Ø Del 20 de febrero al 2 de marzo en la Cineteca Nacional.

Con La pasión de Juana de Arco (1928), Carl Theodor Dreyer encontró su verdadera voz. Consideraba al cine un arte visual; por lo tanto, en sus filmes se elimina todo elemento que enajene el alma del relato. Dreyer pasó del drama naturalista a la abstracción total para conseguir en el espectador una profunda apoteosis emocional, depurando al máximo la interpretación de sus actores, consiguiendo las expresiones más sutiles del alma.

El Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO Cinemex) en el marco de su quinto aniversario, La Cineteca Nacional y la Embajada de Dinamarca en México, presentan la muestra Dreyer en primer plano, que tendrá lugar en la Cineteca Nacional del 20 de febrero al 2 de marzo. Esta retrospectiva incluye clásicos como La pasión de Juana de Arco, Ordet y Vampyr, y está integrada por 15 películas realizadas entre 1919 y 1964. Los filmes correspondientes a la época silente serán musicalizados en vivo por la pianista Deborah Silberer.

Nacido en Copenhague en 1889, Dreyer vivió su infancia entre orfelinatos y familias de todo tipo. Empleado de telégrafos y periodista aventurero, en 1912, se colocó como guionista en la empresa Nordisk Film. En medio de una crisis del cine danés, aplastado por el cine sueco y la UFA alemana, Dreyer, quien no tardara en ser cineasta, conoció la obra de D.W. Griffith y el sueco Victor Sjöström, a quien consideraba su inspiración, siendo un director que trascendió lo comercial para crear una obra personal.

El conflicto moral de un magistrado es la base de su primer largometraje, titulado El presidente (1919), melodrama al que siguió Páginas del diario de Satán (1920). En este filme histórico, que va de la Pasión de Cristo a la lucha finlandesa contra los bolcheviques en 1917, Dreyer hace una pesimista reflexión sobre la maldad humana. La viuda del pastor (1920), filmada en Noruega, acercó a Dreyer al universo de Sjöström, consiguiendo un sobrio filme en el cual, por vez primera en su cine, una muerte hace tomar conciencia a los protagonistas del fluir de la vida; en Noruega también filmará La novia de Glomdal (1925), sobre un amor acechado por las convenciones sociales.

Volvió a Dinamarca para filmar un cuento de hadas, Érase una vez (1922), no sin antes pisar la Alemania expresionista para denunciar la violencia étnica, política y religiosa en Los estigmatizados (1921), mientras que Mikael (1924) eleva a niveles mitológicos el enfrentamiento entre dos hombres por una mujer. El amo de la casa (1925), retrato de un tiránico jefe de familia de clase obrera, cerraría su primer ciclo nórdico.

Su primer filme sonoro lo acercó a lo sobrenatural. Basada en relatos de Joseph Sheridan Le Fanu, Vampyr (1930) se filmó en Alemania con el rigor característico del cineasta, quien guía al espectador a través de paisajes donde la noche y el día se difuminan, habitados por vampiros y vengativos espectros. El filme resultó un nuevo fracaso que orilló a Dreyer a refugiarse en el periodismo durante trece años.

En plena ocupación nazi de Dinamarca, el cineasta filmó Día de ira (1943), denuncia de las injusticias del fanatismo religioso, filmada principalmente en planos secuencia. Mientras la heroína de dicho filme deseaba fervientemente la muerte de su esposo hasta conseguirla, el matrimonio protagonista de Dos seres (1944) busca morir ante la imposibilidad de redimirse, en un ejercicio minimalista realizado en Suecia con dos actores y un único escenario.

Dreyer regresó al largometraje con otra obra maestra, Ordet, la palabra (1954), saga familiar en la cual la religiosidad, la pérdida de la fe y el sacrificio son sus fuerzas motoras, que obtuvo el León de Oro de Venecia en 1955. A los 75 años de edad, abandonó su labor como administrador de un cine en Copenhague para dirigir su último filme, Gertrud (1964), visión femenina del amor absoluto. Murió en 1968, dejando en el tintero un filme sobre la pasión de Cristo.

Carl Dreyer, renuente a seguir la moda, unió su filmografía por la angustia: la angustia de vivir, el miedo al paso del tiempo, el terror a lo desconocido, la desesperanza ante la fe y el amor perdidos. Pero su legado no pertenece a un frío mausoleo. Ecos suyos se encuentran en Ingmar Bergman, Andrei Tarkovski o Lars von Trier, cineastas que abogan por la introspección, la interpretación y el cuestionamiento.

<<<regresar/home

0 comentarios: