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Ø 14 largometrajes integran el ciclo, que se presentará en la Sala 3, Fernando de Fuentes
Ø Paralelamente, se programará a partir del 29 de julio Los inquebrantables
En 1992, la vida privada de Woody Allen, uno de los más reconocidos artistas del cine y la cultura popular estadounidense, sufrió un gran trastorno. Su unión sentimental con la actriz Mia Farrow, la musa inspiradora de algunos de sus clásicos, terminó en medio de una violenta ruptura, que se complicó con la revelación de una relación amorosa entre el cineasta y su hijastra, Soon-Yi Previn, además de una acusación de abuso sexual hacia Dylan, hija adoptiva de Farrow.
Siendo un autor completo, que escribe, dirige y participa como personaje en sus propios filmes, se enfrentó a su peor pesadilla cuando su intimidad fue expuesta en los tabloides sensacionalistas, poniendo en riesgo su imagen ante la manipulable opinión pública norteamericana. Aunque las acusaciones en su contra nunca pudieron comprobarse, el daño ya estaba hecho. En adelante, el director enfrentaría una crisis creativa y existencial que lo ha orillado a emigrar de una casa productora a otra, a probar suerte en los géneros cinematográficos y, finalmente, lo impensable: dejar atrás su querida Manhattan para filmar en Gran Bretaña y España, países que le abrieron las puertas cuando casi todo Hollywood se negó a trabajar con un artista estigmatizado.
14 largometrajes, de Un misterioso asesinato en Manhattan (1993) a Amor y muerte (2006), integran el ciclo Woody Allen: los años recientes, que se presentará del 17 de julio al 17 de agosto en la Sala 3, Fernando de Fuentes, de la Cineteca Nacional. Paralelamente, se programará a partir del 29 de julio Los inquebrantables (2007), su más reciente estreno en México, en la Sala 2, Salvador Toscano.
Un misterioso asesinato en Manhattan inauguró una nueva etapa en su cine, en la cual orquestó una agradable comedia con tintes hitchcockianos. A este filme siguió Balas sobre Nueva York (1994), evocación del Broadway de los años veinte que sirve también como reflexión acerca del papel del artista enfrentado al absurdo del mundo real. Poderosa Afrodita (1995) abordó la importancia del destino en la vida de los hombres, mientras que Todos dicen que te amo (1996), brindó a Allen la oportunidad de hacer un musical al estilo del Hollywood clásico.
Siguió una dupla de ácidas confesiones cinematográficas: Los enredos de Harry (1997) y El precio del éxito (1998), en las cuales confesaba su manía por hacer ficción de la realidad, al mismo tiempo que retrataba los excesos de la fama. Su gusto por el jazz lo movió a filmar El gran amante (1999), donde su protagonista, un megalómano guitarrista, englobaba las personalidades de muchos de los músicos favoritos del director.
En 2000, la compañía DreamWorks le produjo un nuevo ciclo de comedias. Pero la simpleza de Pícaros ladrones (2000) y Muero por ti (2003) –para muchos su peor película– no alcanzaron el nivel esperado. Quizás El beso del escorpión (2001), con su evocación de la comedia de los años treinta, y la amargura con que Allen retrata al mundo del cine en El ciego (2002), sean lo más rescatable de esta etapa. Melinda y Melinda (2004), un lúdico juego en el que una misma historia se cuenta en tono de drama y comedia, significó una agradable sorpresa, mientras que el cineasta cruzaba el Atlántico hacia la Gran Bretaña.
En 2005, con La provocación, Woody Allen inició un nuevo ciclo. Una obsesión muy inglesa –la de escalar peldaños de una sociedad que trata a sus individuos a partir de su apariencia– es llevada a extremos criminales en un filme que reconcilió al cineasta con sus seguidores y la crítica. Amor y muerte resulta un regreso a la comedia, donde el director incorpora su gusto por lo sobrenatural y el misterio, acompañado en pantalla por su nueva musa, Scarlett Johansson. Finalmente, Los inquebrantables continuó el tono cercano al film noir de La provocación, enmarcando una tragedia familiar en la que la ambición pesa más que la sangre.
A sus casi 73 años, este incansable cineasta ha comenzado una nueva época en España, donde realizó Vicky Cristina Barcelona (2008). Allen inició su carrera con filmes cómicos para luego alcanzar cumbres dramáticas casi bergmanianas ante la imposibilidad amorosa y la fatalidad del destino. Después de todos estos años de carrera, Woody Allen continúa vigente, recuperando poco a poco la inspiración que motivó obras maestras como Manhattan (1979), La Rosa Púrpura del Cairo (1985) o Hannah y sus hermanas (1986). La programación completa del ciclo puede consultarse en el sitio de internet de la Cineteca (www.cinetecanacional.net).
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