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A más de veinticinco años de que su ópera prima Las niñas bien viera la luz, Guadalupe Loaeza es hoy una escritora mexicana consagrada. Más de una treintena de libros han surgido de la pluma de Guadalupe, quien comenzó a desarrollar el gusto por el gusto por la escritura cuando, estudiando en Canadá y Francia, escribía larguísimas cartas a sus amigas quienes las compartían con sus familias por lo divertido de los relatos.
“Empecé a escribir cartas-detalla la talentosa escritora-a mi nieto Tomás a quien le gusta el periodismo y la literatura, para contarle cosas que pasaban en el país, por ejemplo, cuando empezaron a ganar nuevamente los priístas tantos municipios. Entonces, le escribí a mi nieto: “ya regresaron los dinosaurios, Tomás”. De esta manera, comencé a publicar varias cartas, como tengo varios correos electrónicos en la que la gente me decía: “señora, me encanta el estilo de cómo le escribe a sus nietos.”
Un libro único en su género
Guadalupe Loaeza se dio a la tarea de buscar en el mercado un libro relacionado con las abuelas, pero sólo encontró un libro titulado El abuelo, de Armando Fuentes Aguirre “Catón”, un texto dirigido al abuelo pero no a la abuela. Como ella es abuela de cinco nietos, y según sus palabras“es la abuela más feliz sobre la Tierra”, pues pensar en ellos, sobre todo, en estos momentos de tanta adversidad e incertidumbre y estar sumergidos en tantas cosas tan feas, que las pocas satisfacciones que tenemos los abuelos es estar con los nietos, y compartir con ellos tantos detalles, me da tanta alegría.
“Mis nietos me preguntan ‘Mamalú (como cariñosamente le llaman), ¿cuándo tú eras niña ya había coches?’ “Se hacen unas bolas con los tiempos. Es muy importante que ellos se ubiquen, que los abuelos podamos contarles historias del país y de otras partes del mundo, referencias que ellos no pueden tener, pues han cambiado tanto las cosas. Considero que es muy importante darles constantemente información, jugar con ellos, convivir con ellos y que nos recuerden con cariño: cómo hacía el mole la abuela, cómo recibía los domingos a la familia para la comida”.
¡Ah, qué tiempos aquellos, señor don Simón!
Loaeza cometa que hay un dato precioso que escribió el nieto del antropólogo doctor Gavio, que describe la vida familiar que había en la casa de la abuela los domingos; había un menú especial, conversaciones típicas.“Cuando había comidas familiares-comenta mientras señala unas fotografías-en casa de mis abuelos iban todos los nietos de todos los hijos, era muy bonito: se contaban historias, chismes, se peleaban, eran muy competitivos. En la actualidad se ha perdido completamente el encanto: las familias se han desintegrado, hay muchos divorcios, muchas familias disfuncionales, es una pena que se haya perdido esta tradición. Por eso, yo quiero que con este libro, antes que nada, rendirles un homenaje a mis nietos”. La dedicatoria de este libro dice: “Para mis tatarabuelos, mis bisabuelos, mis abuelos… pero sobre todo para mis nietos”.
Los nietos de Loaeza se llaman: Tomás, María, Andrés, Lucía y Lupita.
Al rescate de los juegos tradicionales
Cabe mencionar que en el libro de Guadalupe Loaeza, incluye un disco con textos y temas epistolares inéditos de Francisco Gabilondo Soler, antes de ser “Cri-Crí”, estamos hablando de los años 30. Por eso, el disco no se refiere a los niños, pero va a haber otro disco. La escritora ya le habló al arreglista para que escriba canciones para los niños, pues Gabilondo Soler dejó 300 canciones inéditas. De hecho, Óscar Gabilondo, nieto de “Cri-Crí” presentó el libro de Loaeza. Así mismo, el próximo libro se llamará El arte de ser abuelo y/o El arte de ser el otro y la otra abuela. Loaeza comenta que también ya se han perdido juegos tradicionales como: las canicas, el balero, el trompo, el bebeleche, los encantados, los quemados. “Es una pena y hay que rescatarlos porque eran juegos muy inteligentes, muy entretenidos que habían sido heredados por otros abuelos. Recuerdo muy bien que en la enciclopedia El Tesoro de la Juventud hablaba mucho de estos juegos. Por esta razón, en el próximo libro abordaremos este tema, más música más “Cri-Crí”, en fin, tenemos una posibilidad delante de nosotros todo un abanico de ofertas. En El arte de ser abuela aparecen las partituras y la letra originales de Gabilondo Soler.
Cri-Crí de carne y hueso
A propósito de Cri-Crí, Loaeza escribió un capítulo titulado “¿Quién es ese señor?”Ese señor se llamaba Francisco Gabilondo Soler; era un señor muy guapo, de ojos claros que tenían el don de vivir y de cantarle al mundo de los niños. Siendo aún muy pequeño, no tenía ni nueve años, descubrió lo que era la tristeza; nunca se imaginó que la ausencia de una madre causara tanto vacío, pero sobre todo, tanto dolor. A pesar que doña Emilia Soler Fernández gozaba de una vida aparentemente plenay confortable, al lado de don Tiburcio Gabilondo Soler, tenedor de libros de la Cervecería de Orizaba, un buen día ya no acudió al colegio Manuel Oropeza a donde su hijo cursaba la primaria. Esta falta extrañó profundamente a Francisco, porque ella nunca faltaba. Llegando a su casa por más que buscó a su mamá por todos lados, nunca apareció. Doña Emilia ya estaba muy lejos, para colmo su corazón ya no le pertenecía al papá de Francisco, sino a Enrique González, un potentado avicultor, propietario de muchos terrenos por el sur de la ciudad. Afortunadamente allí estaba la abuela, doña Emilia Fernández Flores, ella fue la que se quedó con Francisco y sus dos hermanos. Además de ocuparse en cuerpo y alma de ellos, por las noches les leía cuentos cuyos personajes parecían cobrar vida ante los ojos de Francisco. ¡Qué vuelo le daban a su imaginación los relatos narrados por esa abuela tan bondadosa! “Ahora dinos, ¿qué guardas en ese ropero, abuelita?””, le preguntaba el niño ávido por satisfacer su curiosidad.
Una abuelita muy encantadora
El libro se puede abrir en cualquier página, ya que el lector se sumergirá en la moda a través del tiempo, de las relaciones México-Francia cuando no se admitía tener dos nacionalidades. El libro se hizo al vapor, salió muy bien porque le pusieron mucho amor y muchas ganas, y porque la editorial tiene un gran prestigio. Además, el editor que es José Luis Lugo, tiene mucha experiencia en el ramo; todo fue muy rápido, en total el libro estuvo terminado, aproximadamente en seis meses. Guadalupe Loaeza es una abuelita muy encantadora ya que no cesó de hablar de sus nietos. “Todos mis nietos tienen algo, por ejemplo, mi nieta María baila maravillosamente ballet, y no sólo ballet, también mamá mía; a mi nieto le encanta todo lo que tiene que ver con los reptiles y con los insectos. En fin, son niños que a mí me están educando de alguna manera, porque tienen algún otro tipo de información; es una retroalimentación fantástica, y los otros tres nietos están muy pequeños y no sé para qué pintan”.
Un libro que no debe faltar en su hogar Sin duda alguna, El arte de ser abuela, es unos de los mejores libros que se presentaron en la FIL, Guadalajara 2011, en el que su autora nos hace abrir el baúl de los recuerdos: el disco conocho pistas, también abre el alma de tan añorado compositor, pues refleja en sus canciones (no infantiles), una música triste, melancólica, y a veces alegre, que guardaba en su corazón. Por otra parte, encontramos capítulos muy interesantes como: Cartas de la abuela, Consejos de la abuela, Rimas, juegos y adivinanzas, El álbum de la abuela, Las nostalgias de la abuela y un cuestionario para la abuela paraque ésta escriba las respuestas que la autora formula y las obsequien a sus nietos para que las generaciones siguientes conserven viva su imagen: sus gustos, sus anécdotas, su legado. “Este es un libro-concluye la atractiva escritora-que disfrutará al leerlo sola, pero sobre todo lo paladeará al leerlo en compañía de sus nietos, sus cómplices, quienes encontrarán en estas páginas una puerta abierta a muchas preguntas que podrían hacerse sobre usted, es un libro creado especialmente para cerrar esos lazos que le unen a sus nietos. Es un texto para compartir con ellos un pedacito de su mundo, de su historia. Disfrútelo y compártalo”.
Por: Héctor Medina Varalta
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