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* Así califica el maestro Enrique González Rojo la poesía contenida en "Me doy de Alta" que se presentará este jueves 25 en la Universidad de Londres
México, D. F., a 23 de agosto de 2011
udel/2011/02
Enviamos la introducción del maestro Enrique González Rojo al poemario Me doy de alta de Ángeles Solano, el cual será presentado también por Agustín Monsreal, Federico Patán y González Rojo, así como la narradora Bernarda Solís este jueves 25 en la Universidad de Londres, con motivo del 31 aniversario de la institución educativa.
La obra cuenta también con acuarelas de las artistas Gabriela de la Vega y Edith Martínez del Campo, quienes participarán junto con otros personajes con la lectura de varios poemas de la autora, quien falleció el pasado 25 de julio.
INTRODUCCIÓN*
Enrique González Rojo
Cuando se escriba una verdadera historia de la poesía contemporánea en nuestro país –y también, si se quiere hablar de un género solo, de la pergeñada por las mujeres- no se podrá dejar en el olvido el libro de Ángeles Solano que el lector tiene entre las manos. La calidez, el lirismo, el savoir faire técnico y la ambiciosa imaginación de la poeta exigen que así sea. Y no de otra manera, aseguro, tendrá que ser.
El libro se halla conformado, como lo dice el título en dos partes distintas y hasta contrapuestas: “Me doy de alta” y “Plano Alfa XIV-XIV”.
La primera sección, “Me doy cuenta”, nos lleva a meditar en que la salud, como tantas cosas, tiene su contrario. Y así como el día nos remite a la noche, la vida a la muerte, la salud no puede ser lo que es sin una referencia obligatoria a su antítesis.
Los poetas han hablado del aspecto luminoso de la contradicción –día, salud, vida, felicidad- y más frecuentemente del lado tenebroso u oscuro de ella –noche, enfermedad, muerte, felicidad. Cuando Bécquer, en una de sus rimas más populares, nos dice Hoy en la tierra y los cielos me sonríen/…¡Hoy creo en Dios!, está siendo algo así como vocero de la felicidad. Cuando Novalis, en sus “Himnos a la Noche”, convierte la oscuridad y el pesimismo en los temas fundamentales de su estro romántico, está pulsando la cuerda opuesta. Pero hay vivencias mal sintonizadas, como son el paso de la salud a la enfermedad y el tránsito de la enfermedad a la salud. En el primer caso nos hallamos con el malestar previo a la crisis, y con la poesía agónica, que “vive” el mal en vías de superación “desde” la salud que está por reiniciarse. Ángeles Solano, al darse de alta, se ubica en la segunda tendencia. Hoy me contemplo en mis ampollas, dice. No se mira en el espejo, ni clava la vista en las partes sanas de su cuerpo que respetó la dolencia. Yo soy mis llagas, parece murmurarnos. Pero el sufrimiento, una vez experimentado, hace crecer y ennoblece al cuerpo que lo ha padecido: Hoy descubrí que ha embellecido la cicatriz sobre mi frente. Verso elocuente como pocos si tomamos en cuenta que una cicatriz es el ideograma de la convalecencia. La recuperación aparece, en cierto sentido, como un embarazo. El enfermo se haya encinta de algo que se anuncia. Ángeles, al darse de alta, se da a luz a sí misma: He terminado de parirme / Hoy me restablecí / Me doy de alta.
En la sección que viene a continuación, “Desde la ventana”, Solano nos hace ver su apertura hacia los otros, la sensible conciencia de la alteridad. A diferencia de las mónadas que, al decir de Leibniz, carecen de ventanas, nuestra escritora está lejos de encerrarse en la subjetividad bajo las siete llaves del egocentrismo. Ve “desde la ventana” su entorno afectivo, sus seres amados. Lo primero que le llega a través de los cristales, y que inmediatamente es documentado por su lirismo, es la ternura. A Elizabeth, que es un rescoldo del Astro Rey, quiere hacerle un regalo, y qué regalo: La conciencia del tiempo “no sólo existe el hoy chiquita / Saca el valor para encararte en el mañana. Y a Yuri le hace otro presente espectacular, la conciencia del gozo…siento / que si a un estado de paz / le añade música /has descubierto la alegría. Más, desde la ventana también se visualiza, lejos y no, la deshumanización del hombre, el sufrimiento, la guerra. Y ante estos temas la poesía, la poesía de verdad, no puede permanecer muda. La bomba atómica, por ejemplo, hace gritar a nuestra poeta: mi credulidad se fragmenta / miro en andrajos todo sentido original. También, a través de la ventana, está la ciudad, la ciudad de Ángeles y mía que pide y necesita ser recuperada y redimida y cuya redención no puede llevarse a cabo si no se penetra en su esencia: Andar sin prisa / sin cansancio/ a lo largo de lo que fueron tus ríos y canales / redescubbrir su cauce. Y en esta ciudad, Solano halla a su mismo el dolor cotidiano de los trabajadores jornaleros: circunferencia / veinticuatro tiempos se dividen/ Dieciséis miden el cansancio / y ocho quedan / para olvidar el día siguiente. En la misma tesitura de Francisco Luis Bernárdez, el gran poeta bonaerense, que le decía a un labrador la eternidad es tu primer domingo, a Solano le duelen el agobio, la alienación del sudor, la esclavización de las manos del jornalero.
Para salir, pues, del “reloj de la rutina”, nuestra poeta vuelve los ojos A los otros y a los míos; pero a pesar del beneplácito que conlleva esta conducta, hay en ello a veces cierta insatisfacción porque la poeta confiesa –y qué bueno que haya sido así- que no se ha dado del todo a los demás: ella quería conservar algo para sí misma, y aquí y en esto, además de la propia existencia se halla el manantial tremente de donde brota espontánea, su poesía.
En “Entrepieles”, hacen su aparición con trazos seguros, sinceros y no pocas veces conmovedores, los más variados estados de ánimo, los sucesos y experiencias de la vida que cargan al frente la señal de ceniza de lo inolvidable. Se recogen aquí lo mismo la pequeña crónica biográfica de los senos, como la sensación color violeta que se siente al llegar el crepúsculo, o como, en fin, el deseo, transmutado en oración, de que las manos del ángel de la guarda se aprendan de memoria / el calor de mi textura. Algo semejante ocurre, aunque ahora relacionado con el amor, en la sección “Estado de gracia”, donde la poeta vive, durante el insomnio, unos oleajes en el vientre que nos hablan de la ecuación de igualdad entre la lívido y la existencia, donde Ángeles vive el idilio absoluto en una sola noche o donde la escritora se siente encina derribada / en un abrir y cerrar del tiempo…
El “Plano Alfa XIV-XIV”, es un ejemplo de virtuosismo técnico, búsqueda formal, ingeniosa mostración de estructuras, que no es necesario analizar aquí con detenimiento, porque cualquier lector atento descubre con facilidad su mecanismo.
Ángeles ha logrado hacer aquí un poemario en que, con independencia de las combinatorias –esto es, de las diversas maneras de ordenar los mismos versos-, la belleza no deja nunca el escenario, razón por la cual me es permitido decir que, en el mundo de la poesía, el orden de los factores sí afecta el producto, pero lo afecta no en el sentido de suprimir lo poético, sino presentarlo en sucesivas y cada vez más elocuentes reencarnaciones.
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