'Child of God'
Pais: E.E.U.U.
Género: Drama
Director: James Franco
Reparto: Scott Haze, Tim Blake Nelson, Jim Parrack, James Franco...
“El hombre sigue siendo el mismo desde que Dios hizo al primero”
James Franco se ha ganado a pulso ser unos de esos personajes a tener en cuenta en el panorama cinematográfico. Un tipo que entiende el cine como negocio y como arte, de ahí su polivalencia como autor: es productor, realizador, actor, guionista, músico y hasta pintor. Un animal inquieto de la industria que se atreve con historias como la adaptación ‘Child of God’ de Cormac McCarthysimplemente porque si no nadie se atrevería con ellas o quizás porque es el único que se siente tan identificado como para realizarla.
Y hablando de Cormac McCarthy, este se ha convertido en un narrador muy accesible para la gran pantalla, a pesar de la crudeza y oscuridad de sus relatos. A destacar el gran trabajo de los hermanos Coen en ‘No es país para viejos’ (que les valió el Oscar), y de John Hillcoat con ‘La carretera’, más discreta fue, sin embargo 'Todos los caballos bellos' de Billy Bob Thorton. Afortunadamente leí ‘Hijo de dios’ hace más de una década y puedo afirmar que James Franco ha realizado un retrato extraordinariamente fiel a la obra literaria. El realizador nos traslada a las entrañas de la Norteamérica profunda, en el desconocido condado montañoso de Sevier, un entorno completamente tosco y rural, para poner su foco por completo en Lester Ballard.
Un animal en el cuerpo de un hombre
El protagonista es un lunático solitario, renegado, aislado de la sociedad. No posee familia, ni amigos, sus propios vecinos del pueblo lo han desahuciado… su único acompañante es su viejo rifle, que maneja a las mil maravillas y que se convierte en una extensión de su propio cuerpo durante el filme. Sobrevive como puede: robando gallinas, cazando conejos y aves, asaltando cabañas abandonadas en medio del bosque… como un animal carroñero.
Brillante trabajo el de Scott Haze, un actor descubierto por el propio Franco, para encarnar a un paria como Ballard: un desecho social que babea, gime, gruñe, defeca y repta como ser asilvestrado que es, y nos aproxima desde su particular óptica a la locura del depravado. Su mente es un lugar donde no existe la ética ni valor moral, completamente en las antípodas de los convencionalismos de los EEUU más conservadores y republicanos, también hasta cierto punto contradictorios, teniendo en cuenta que por estos lares ir armado, es considerado algo más o menos “habitual”.
¿La naturaleza del hombre es busca la paz a través del conflicto?
Ballard es completamente primario; No vive, sobrevive... un náufrago que nos invita a pasear con él en una cruda travesía en la que nos muestra sus más bajos instintos y donde se acomodan conceptos como la necrofilia o el homicidio a sangre fría. El mérito de la cinta es añadir con éxito ciertos toques de humor (los peluches que gana Ballard en la rifa del pueblo o su peculiar “velada romántica” en la cabaña) y mantenernos tan atentos como expectantes ante el destino de esta pobre alimaña a pesar de la nula empatía que despierta.
Lástima que a pesar de la contundencia y fidelidad con la prosa de McCarthy, ésta divague en ciertos momentos y se vaya desangrando argumentalmente cuanto más se acerca a su clímax, en la búsqueda y sentencia de Lester Ballard.
El filme pretende cuestionar si estamos ante una víctima de un sistema o verdugo, si el entorno hace al hombre o el hombre se hace al entorno, manejando la idea de si somos o no todos iguales ante la mirada del “gran hombre”.
La profunda carga simbólica de este salvaje relato nos conduce a una reflexión que se aproxima más a las cuestiones filosóficas descritas en las leyes naturales de Hobbes: “¿Tiene algún interés el ser humano por salir de ese estado de naturaleza? Pero más importante aún ¿Puede salir de él? ¿O es su naturaleza tal que eso no sea posible?”.