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Monterrey, Nuevo León; Febrero de 2009.- Al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey llega la más extensa muestra presentada hasta ahora de piezas de la Colección Villacero, única en el mundo en agrupar exclusivamente esculturas del mencionado metal.
Desde el año 2005, Grupo Villacero ha ido conformando la colección de la que emana esta muestra y ha presentado diversas lecturas de su patrimonio en Venezuela, Chile, Colombia, Turquía, Alemania y una exposición en Cancún, siendo esta la primera vez que se exhibe en su ciudad sede.
Reconocidos escultores y jóvenes promesas del arte, en su mayoría latinoamericanos, aportan su particular visión, una mezcla heterogénea de técnicas y formatos que reflejan además una multitud de culturas.
Desde solemnes monolitos hasta piezas de exquisita fragilidad aparente, surgen del mismo material que es considerado primordialmente como base de la ciudad industrializada.
Figurativas, abstractas y hasta surrealistas, las obras mostradas en esta exposición permiten explorar los límites, si es que los hay, en la construcción y percepción del espacio.
SALAS: 5 a, b, c y d - Planta baja.
DURACIÓN: Febrero - Mayo 2009.
TÉCNICAS: Acero tratado con técnicas como pintado, forjado, rotulado, lacado, bruñido, entre otras, además de materiales como madera, piedra, tela, aluminio, plexiglas, plumas y plástico.
NÚMERO DE OBRAS: 62 piezas de 50 artistas.
LA ESTRATEGIA DE LA FORMA
Texto del curador, Jorge Contreras, que aparece en el catálogo de la exposición.
La tinta negra abre sus grandes alas
y las palabras se vuelven visibles
Octavio Paz
Movilidad y permanencia
Hemos encontrado varias formas de hablar sobre el espacio: Isaac Newton lo trató como un fenómeno absoluto e independiente del ser humano; Leibnitz lo explicó como la relación -mediante la experiencia- del ser humano y el mundo. Kant enseñó que nuestro modo de pensar sobre el espacio mediante metáforas: dentro, fuera, frente, derecha, etc., está en relación con nuestro cuerpo, de tal manera que el espacio es comprendido,
según él, como una función de la experiencia corporizada.
Hans-Georg Gadamer definió el espacio como aquello en lo cual nos movemos y que se mueve con nosotros, y se refirió a la noción de horizonte como nuestro límite de percepción, como la demarcación de lo inteligible.
La escultura puede observarse como un extraordinario ejercicio de tránsito entre la representación y aquello que no puede ser pensado; inicia en los límites de la experiencia corporizada y convierte en presencia lo no visible; propone siempre volver a pensar la relación que establecemos con las formas del mundo.
Aunque en la cultura occidental privilegiamos el sentido de la vista en la percepción, pues nuestros cuerpos se desarrollan en el potencial de un espacio tridimensional y crecemos como seres que registran el espacio sólo mediante la experiencia del cuerpo, es posible -como Jung sostenía- captar una sensación de espacio no dimensional, un espacio en el que las nociones de derecha, izquierda, atrás, o de coordenadas no tengan
sentido, y que nos haga consientes de que nosotros construimos ese espacio mientras vivimos.
Al hacernos conscientes de nuestro desplazamiento y de la construcción del espacio, podemos darnos cuenta de que detrás de lo visible hay otro tipo de potencial, solo perceptible cuando ampliamos la percepción a todos las facultades de nuestro cuerpo y nuestro deseo. Así, no sólo es posible pensar un mundo tridimensional que nos ofrece confianza, sino algo más allá del mundo físico. De alguna manera, la escultura tiende
hacia este ámbito en potencia y convierte en presencia física estos otros mundos posibles.
Como una tensión entre las posibilidades de comprender nuestra experiencia de espacio y las formas que reconocemos, la escultura trae a colación el vínculo entre el movimiento y la representación; estaciona el intenso flujo de la percepción, para anclarla no sólo en la mirada ni en el sonido, sino en la presencia física
que deja en nuestras manos la experiencia.
La escultura vive siempre en el presente; independientemente del tema que aborden o del contexto en el que sean realizadas, las obras logran crear un ambiente en el espacio que ocupan, y generan un dominio emocional; salen del tiempo lineal y actualizan un presente sin fisuras.
A lo largo del siglo XX, la escultura ha transitado por constantes formas de renovación y de comprensión de sus propios recursos como lenguaje, desde ejercicio de mímesis hasta la construcción de pensamiento inédito.
Escultura en acero
Cada geometría es un mundo
Octavio Paz
Registro y grafía
E. H. Gombrich inició la escritura de Historia del Arte explicando que no existe tal cosa como lo que llamamos arte, que lo que podemos observar es a artistas en múltiples formas de llevar a cabo su trabajo. Esta práctica puede entenderse como un esfuerzo por explorar el mundo buscando nuevas maneras de plantear preguntas, antiguas o nuevas.
La colección de esculturas en acero que ha ido formado en años recientes la Fundación Villacero agrupa obras de artistas de distintas nacionalidades, con diferentes tradiciones y formas de comprender la experiencia estética. Esta colección constituye un extraordinario ejercicio de búsqueda e impulso al diálogo entre los artistas y los contextos en los cuales realizan su trabajo.
Especialmente dedicada a la obra en acero, esta colección nos recuerda que, de alguna manera, este material sigue perteneciendo a la tierra, y que a pesar del proceso que le da origen, regresará a la tierra después de muchos años; y al mismo tiempo la colección ofrece un coloquio desde diferentes tradiciones en el que el tema principal es la experiencia humana de espacio y forma.
En la colección de la Fundación Villacero pueden observarse diversos puntos de partida y diferentes maneras de ocurrir la escultura: desde quien privilegia el concepto, quien centra la atención en los detalles, o en la forma completa de la obra, o quien construye sus piezas como un proceso en transformación y busca que el resultado aparezca por sí mismo.
De por sí los escultores trabajan con muchas variables además de las propias del material, por ejemplo el efecto de la luz, del aire, del movimiento o incluso de la interacción con el observador. En el caso del acero, los escultores tienen la posibilidad de trabajar directamente con el material, y pueden modificar la obra decidiendo si funciona de acuerdo a su propio lenguaje y a la exploración que realizan.
El registro de la colección de la Fundación Villacero es muy amplio, va desde las obras que representan seres en movimiento (Li Xiu Qin, Kemal Tufan, Milton Barragán), obras que se refieren a pensamientos abstractos (Gilberto Salvador, Oleg Slepov, Pedro Briceño), obras cinéticas (Franklin Zúñiga) y piezas suspendidas en las que la reflexión sobre el punto de gravedad y el equilibrio son muy importantes (Irineu García, Alberto Lescay, Diego Santurio).
Hay obras en diálogo muy elegante con la luz y el aire, como expresando el deseo de ambos de tener cuerpo físico (Gabriel Castañeda, Michel Lyons, Diana Manni, Ricardo González Gil, Marcelo Visentini, Johanna Hamann), y hay obras donde los artistas han dejado que la textura o la pátina se impongan dándoles una calidad de proceso (Ahmed El Sotohi, Raúl Álvarez, Francisca Cerda, Reinhard Schered, Jorge Elizondo).
La Fundación Villacero ha hecho un extraordinario esfuerzo por reunir la obra de estos autores, junto a la de otros muchos quienes han aceptado amablemente participar en la iniciativa más importante que se ha hecho en México para impulsar la escultura en acero y formar una colección. Otro caso destacable es la Bienal de Escultura de Guadalajara, que desde hace años promueve la obra en este material.
Una constante en las obras de la colección de la Fundación Villacero es que en ellas es posible apreciar distintos grados de la pasión, del placer o del dolor necesarios para pensar, diseñar y crear algo, y también es posible observar diferentes maneras de asumir la necesidad de dejar que las obras vivan por su cuenta.
La selección que se presenta en la exposición en MARCO subraya vínculos, analogías y contrastes entre las piezas, para mostrar la amplitud de la búsqueda en la escultura de nuestro tiempo y para plantear una suerte de coloquio que reflexiona en primera instancia sobre nuestra experiencia de crear presencias físicas mientras construimos el espacio, y sobre la posibilidades de cada obra o cada conjunto de obras para generar un
ambiente, o provocar una disposición en el espectador, de acuerdo al lugar que ocuparán en las salas del museo y al diálogo con la luz que cada una establece. La obra The snail, de Anthony Caro, quien ha renovado y hallado nuevas posibilidades para la escultura, nos recuerda que es posible llevar la forma hacia el ámbito de aquello que no puede ser pensado más que escultóricamente.
Como apunta Octavio Paz, hallar nuevas formas para el mundo es posible en la medida en que seamos capaces de pensar otros modos de comprender nuestra experiencia de espacio, resemantizando las nociones de presencia y movimiento, así como el conjunto de relaciones que constituyen la geometría en la que se alberga nuestro pensamiento.
Las esculturas de la Colección Villacero, en la exposición en MARCO, brindan al espectador la posibilidad de rastrear esta intensa y plural búsqueda por ampliar los límites de nuestro pensamiento sobre el espacio, y hacen evidentes nuevas rutas y estrategias para hablar sobre la construcción del espacio mediante nuestra experiencia de vida.
FUNDACIÓN VILLACERO
Grupo Villacero, empresa con más de cinco décadas de historia, crea el 15 de diciembre de 1998 la Fundación Cívica Cultural Villacero, I.B.P., con la misión de contribuir al desarrollo integral de la sociedad mexicana, obteniendo una mejor calidad de vida de sus ciudadanos, creando ambientes y oportunidades laborales, apoyando la educación, el desarrollo social, cultural, así también como la promoción de los valores cívicos mediante la creación, patrocinio o sostenimiento de instituciones que promuevan actividades cívicas, culturales, de investigación científica, así como de desarrollo humano y de salud.
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17/2/09
La Colección Villacero llega a Monterrey
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