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24/1/10

Los Testigos de Jehová, Capítulo 1

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Por: Héctor Medina Varalta

El fundador de esta secta es Charles Taze Russell, mejor conocido como el “pastor” Russell, nació el 16 de febrero de 1852 cerca de Pittsburg, Pensilvania. De acuerdo a Robin de Ruiter: el fundador de los Testigos de Jehová era descendiente de la familia Roessel de origen judío, que vivía en el siglo XVII en Alemania. Por otra parte, en una de las publicaciones (retirada de circulación) de esta secta, titulada: Los testigos de Jehová en el Propósito Divino, asegura que Russell se retiró del negocio paterno (una tienda de artículos para caballeros) para emplear todo su tiempo en evangelizar a los gentiles. De acuerdo a esta publicación, como finiquito, el entonces joven Russell, recibió más de un cuarto de millón de dólares. Sin embargo, según el censo de Pittsburg (página 98), en 1870 el monto total de las “riquezas” de la familia Russell ascendía a tan sólo 2 mil dólares. En realidad, el negocio había quebrado en 1883.

En 1879, inicia su “negocio teocrático”
Russell conoció a un tal N. H. Barbour, de New York quien aseguraba que Cristo ya había venido, pero de modo invisible en 1874. Russell aceptó las ideas de este señor y se asoció con él y con su grupo en 1876. Como buen negociante, Russell puso el dinero (sic) y publicaron un libro y una revista. Posteriormente hubo discrepancias y vino la ruptura. Como consecuencia, Russell se quedó con la mayoría de los feligreses. Desde ese día, Russell se dedicó a escribir a diestra y siniestra, folletos, revistas y libros. Antes de morir, el “pastor” se dedicó a viajar más de un millón de millas, pronunció más de 30 mil sermones, además de escribir una cantidad superior a 50 mil páginas de libros. Para ese tiempo las publicaciones de la Sociedad ya se publicaban en quince idiomas. Después de mucho escribir anunciando que el mundo se terminaba en 1914, vivió dos años más para comprobar su fracaso como profeta, ya que murió en Santa Fe Express el 31 de octubre de 1916, cuando regresaba de un viaje de inspección a sus minas de plata.

Russell era masón
De acuerdo a La Atalaya (en inglés) del 1 de diciembre de 1916, página 365, las últimas palabras de Russell antes de morir fueron: “Por favor, envuélveme en una toga romana”. Hay que recordar que la toga romana ocupa un lugar importante en cuanto al vestuario de los masones de los más altos grados en los Estados Unidos. De ahí la siguiente interrogante: ¿Existe una relación entre la Sociedad Watchtower y la masonería?

Russell fue acusado de fraude
Russell realizó algunos negocios de carácter descaradamente embaucador. Fue acusado por el periódico El Águila de Brooklyn de cultivar un “trigo milagroso” que al sembrarlo produciría quince veces más que el trigo ordinario. Esta variedad se vendía solamente a los fieles, al precio de 60 dólares el bushel (medida de 60 libras de trigo, que en aquella época se vendía normalmente a un dólar). De igual manera, Russell anunciaba la venta de “frijoles milenarios” y de una “semilla maravillosa de algodón”. En 1912 ofreció un remedio para la apendicitis que evitaría la intervención quirúrgica. Afirmó que esta medicina serviría también para curar. En 1913 anunció un remedio para el cáncer, que se vendería únicamente a los que estaban “en la verdad”. El investigador W. T. Ellis visitó a Russell para investigar sus métodos y obra, y llegó a la siguiente conclusión: “Fui a buscar a un profeta y encontré a un hombre de negocios”.

Un “profeta” mentiroso
El “pastor” Russell tuvo que comparecer ante el Tribunal Supremo de Ontario, donde se le entregó un ejemplar del Nuevo Testamento Griego de Westcott y Hort. El juez le preguntó si conocía el idioma griego, con una tranquilidad pasmosa y sin sonrojarse respondió afirmativamente. Pero cuando el fiscal le presionó, se vio obligado a rectificar y tuvo que admitir la verdad. No obstante, en algunas antiguas publicaciones de los Testigos de Jehová como el Misterio terminado (uno de los más ofensivos publicado por estos fanáticos), en sus primeras páginas eleva a Russell como un escritor inspirado por Dios, que fue elegido antes de nacer y que fue el séptimo mensajero de la última iglesia de Laodicea. Así mismo se le compara con otros mensajeros como San Pablo, San Juan, o Arius, Peter Waldo, John Wiclet y Martín Lutero.

Organizando su secta
Russell empezó a escribir como un poseso, folletos, libros y revistas, en las que profetizaba el fin del mundo. Sin embargo, pronto se dio cuenta que el asunto de la religión era un estupendo negocio y se auto proclamó “pastor”. Antes de morir, Russell dio 30 mil conferencias, escribió una cantidad superior a 50 mil páginas de libros en 15 idiomas. Por otra parte, Russell era dueño de 47 mil acciones de las 50 mil que poseía la Sociedad Watch Tower en 1912. También era propietario de dos compañías: la United States Investment Company y la United Cementeries Company, las que eran administradas por los Testigos de Jehová (en ese tiempo eran conocidos como los Estudiantes de la Biblia). Russell profetizó que el fin del mundo ocurriría en 1914, pero sólo vivió dos años para ser testigo de su fracaso. No obstante, parece que sus dirigentes se contagiaron con la paranoia apocalíptica del fundador, pues también se dieron a la tarea de profetizar que el mundo se acabaría en 1914, 1918, 1925, 1941 y 1975. En este último, muchos miembros al darse cuenta del engaño desertaron de sus filas

La muerte de Russell, un enigma.
Sin embargo, la muerte de Russell está rodeada de misterio. De acuerdo a Robin de Ruiter, “la mayoría de los fieles seguidores de Russell, consideraban que existía un complot por parte de su sucesor Rutherford para tomar el mando de la organización. Los seguidores de Russell aseguraban que un veneno en la comida fue la causa de su muerte y que fue envenenado por unos de sus compañeros. Precisamente bajaron el cuerpo del tren para embalsamarlo lo más pronto posible y así ocultar el crimen”. Los servicios religiosos fue presidido por el ‘juez’ Rutherford quien se hizo digno de tal honor declarando que aun cuando los otros muertos, según la doctrina russellista, duermen hasta la resurrección: nuestro amigo muerto no duerme el sueño de la muerte, sino que le fue cambiada instantáneamente la naturaleza humana por la divina, y ahora está para siempre con el Señor”.

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