Erigían monumentos, bautizaban con su nombre calles, avenidas y hospitales; ahora, en su lucha contra la vejez y el tiempo, algunos políticos se han convertido en disciplinados clientes de la cirugía plástica y escrupulosos guardianes de su imagen en horario estelar
Por Isela Serrano / Luces del Siglo (*)
Cancún, Q. Roo., a 7 de febrero de 2012.- Son obsesivos con la estática de su cabello y la lozanía de su cutis. Actualmente algunos hombres y mujeres de la política a escala mundial reparten sonrisas, ocultan las canas, camuflan el abdomen y contienen las arrugas de la frente.
Como el emperador, líder militar, orador, escritor y tirano Julio César, quien hacia el año 100 A. C. solía pasar entre cuatro y cinco horas frente al espejo acomodándose el cabello sin importar que las ceremonias se atrasaran, hoy algunos líderes invierten tiempo y dinero para aparecer más jóvenes y frescos, ayudados por el bisturí.
En el viejo continente, la fiel muestra es el presidente italiano Silvio Berlusconi, famoso por lucir el cabello color betún, una brillante dentadura y presumir su afición por jovencitas, casi adolescentes. Entre sus cirugías estéticas figuran la de mandíbula, un implante de dientes, varios de cabello, además de retoque de ojos, cuello y varios liftings, aunque para él hayan sido sólo cambios “mínimos”.
El político francés, de ascendencia judía y húngara, Nicolás Sarkozy utiliza zapatos con tacón para emular mayor estatura que su segunda esposa, la escultural modelo y cantante Carla Bruni, que mide diez centímetros más que él; a esto se suma el uso del bótox, que para algunos ciudadanos galos forma parte del protocolo ejecutivo para lucir más joven y enérgico frente a sus rivales.
Filtraciones de Wikileaks han revelado que el fenecido ex dictador Gaddafi –poseedor de cuentas bancarias secretas en Dubai y un hombre que era excéntrico en su vestimenta y manías– no podía sonreír con naturalidad debido a su obsesión al bótox, amén de implantes de cabello que incluyeron un injerto fallido, lo que le produjo reacciones secundarias en 2008.
En América Latina, la líder del ácido retinoico es Cristina Fernández de Kirchner, nombrada por el periódico inglés The Guardian como “la presidenta del bótox”, luego de confesar que es una mujer que “se pinta como una puerta” o que “nació pintada”.
Y es que el vaivén de sus labios y la renovada suavidad de su piel es producto de varias cirugías, entre ellas y de acuerdo con la prensa argentina, “una lipoaspiración y un implante de siliconas en los pechos, así como tratamientos sin bisturí, como el relleno facial con ácido hialurónico, inyecciones de bótox, aplicación de hilos tensores en el cuello, la radiofrecuencia y las sesiones de dendermologie y con electrodos, entre otros secretos de belleza”.
Detrás de la sonrisa del ex sindicalista Luis Ignacio Lula de Silva, ex presidente de Brasil, los rumores apuntan a un manoteo de la jeringa del bótox y el ácido retinoico previo a cada aparición televisiva.
Y es que esta toxina utilizada para disminuir las arrugas en la frente y el contorno de los ojos, ennoblecer la expresión y crear unas fosas nasales estéticas, acompañan al ex mandatario desde la primera vuelta, a lo que se suma la alineación de dientes, el rediseño del cabello y la barba para crear un efecto más agradable frente al electorado.
La imagen construye el significado de una candidatura
Para Roy Campos Esquerra, director general de Consulta Mitofsky, no existe ningún efecto entre la aplicación de cirugías con la obtención de votos; sin embargo, reconoce que su uso no estorba para obtener el favor del electorado.
En entrevista con este semanario, explicó: “si la estética por si solo fuera la que da votos, tendríamos a artistas o fisicoculturistas como candidatos y no es así; se requiere pasar por muchos filtros de oficio político y de experiencia para ser, primero, candidato; luego viene la contienda en la que importa la disciplina y la estructura de campaña, y ya montado en eso, una buena imagen, que no genere rechazos, que sea atractiva a la vista, sólo entonces sirve de algo”.
La estética –apunta– no es la que atrae, en todo caso la imagen termina por construir el significado de una candidatura. Es absurdo que quieran que la cirugía sustituya virtudes, la experiencia sigue siendo valorada, es cierto que buscan mostrar juventud pero como sinónimo de energía y de renovación, no de inexperiencia.
El profesor Héctor Quintanar, académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, asegura que a partir de las elecciones de 2006, la mercadotecnia política comenzó a tomar papel importante en las decisiones electorales en México.
Lamenta que los políticos estén más preocupados por la apariencia física, por la imagen física que darán frente a la sociedad y no por construir una mejor historia personal y de obligaciones políticas. “Sus asesores les dicen cómo estornudar en público, cómo vestirse en tal contexto cuando eso es secundario. El gobierno se hace con ideas”.
El académico, especializado en imagen política, recordó que el presidente argentino Saúl Menem participaba en debates contra contrincantes más jóvenes que él, se aplicaba injertos de pelo, cuando participaba contra contrincantes mayores, se teñía canas para aparentar madurez.
“Esa veleidad en los políticos debería no existir, la administración pública no se hace con una bonita imagen. Desafortunadamente en México, desde la intromisión del marketing político en 2006, de suplir las ideas con spots, de suplir el debate con las campañas propagandísticas, ha generado que el electorado mexicano se aboque a darle peso”.
El problema es un asunto a escala mundial. “El espacio donde se debaten los asuntos concernientes a la colectividad son los medios de comunicación, espacios donde lo que vende es la imagen. Ahora todos los políticos tienen la preocupación de que el ojo público los pueda percibir agradables. No que tengan un discurso coherente o sustentado, sino de aparezcan a cuadro sin el pelo despeinado porque eso podría restarles crédito y buena imagen”.
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