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19/5/08

Álvaro Zardoni, el enfant terrible del modelo escultórico

Bienvenidos(Welcome) Web-Site www.informanet1.com Director General: Erasmo Martínez Cano… Comentarios y sugerencias, Editor: Erasmo Martínez / Javier Tlatoa ( portal@informanet1.com ) ( erasmocano@gmail.com )


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Si bien el desempeño de Zardoni en el campo del arte actual, le puede calificar como uno de los jóvenes valores, la escultura contemporánea mexicana escribe ya su nombre junto al de los hermanos Javier y Jorge Marín, pues en la tríada se reconoce el hábil trabajo basado en la influencia clásica. Estudiante de arquitectura de la Universidad Anáhuac, se dedicó sólo durante algún periodo de su vida a ejercer tal profesión, el motivo se originó desde su infancia cuando tomaba como entretenimiento pasar gran parte del día modelando plastilina. El azar o el destino –cada quien puede apostar-, llevaron a alguien ajeno a la parafernalia del mundo del arte a conocer los procesos de las fundiciones, aleaciones, técnicas y materiales que cuentan apenas con una trayectoria de seis mil años de recorrido. El restaurante Agapi mu –de la Colonia Condesa, especializado en comida griega (que en la viña del arte vigente ha tenido una importante labor, aunque de nulo registro)-, fue el espacio que le abrió las puertas a fin de realizar su primera exposición, si bien de carácter informal, le redituó al joven artista darse por enterado de algo que ni siquiera imaginaba: aquello que era un pasatiempo, empezó a ser cotizado por la gente y a la vez por galerías tanto nacionales (principalmente en Puerto Vallarta, Jalisco y San Miguel de Allende, Guanajuato) como del extranjero.

Si bien el trabajo de Zardoni se especializa en cabezas, puede decirse que su rasgo distintivo es -a diferencia de la mayoría de los trabajos basados en el canon-, la intencionalidad enfocada en la expresión, la emoción y la psicología; más que rostros idealizados, se trata de máscaras que se rebelan a la firma del Belvedere, a fin de humanizar el canon de la belleza y de aterrizarlo en el océano de las emociones y no sólo en la regla de las proporciones; de tal manera se identifica una capacidad de observación combinada con el conocimiento anatómico y fisiológico de los músculos del rostro, con la psicología de la mirada y la intención del gesto. Su trabajo prefiere representar al hombre –pocas veces al andrógino- y me atrevería decir que casi nunca a la mujer. El hombre visto desde una localización universal, sin orgullos nacionalistas, sino con la identificación del que retrata al género más que a la construcción idealizada e ideologizada. No hay aquí la supravaloración sino de la multiculturalidad, incluso pareciera estar la intención de contraponer a la belleza ideal, sino la imagen cotidiana, sí los distintos tipos de presencias (más que de primitivismos), a través de los rasgos particulares de asiáticos, africanos, sajones o latinos -curiosamente todos tan iguales, salvo por detalles milenarios-.
Los rasgos refuerzan la intención de particularizar lo homogéneo del ser humano, al convertir a la superficie escultórica, en nicho contenedor de “otredades”, a través de monedas, libros, plumas, chocolates, zippers, bolas, lentes, turbantes, papel, o incluso otras piezas escultóricas, que más que elementos decorativos, se trata de rasgos vinculantes. En este caso, las monedas, son de las que quedan como sobrantes en el bolsillo del viajero que regresa de otro país, donde el comercio actúa sino como una de las maneras más antiguas de comunicar a un pueblo con otro.

La interrogante queda en saber si Zardoni se enfrenta a las lecciones de Fidias, Policleto o Praxíteles, o bien si se trata de un paréntesis de originalidad envuelto en un lapso de gesticulación.


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