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Ø Con tres ciclos cinematográficos, dos exposiciones y la edición del libro Nouvelle Vague: una visión mexicana.
Ø México, primer país en el mundo en festejar este aniversario.
Ø Más de 30 películas francesas pertenecientes a este trascendente movimiento integran la retrospectiva Nouvelle Vague: A 50 años de la Nueva Ola francesa; también se proyectarán los ciclos La Nueva Ola en México y Miradas a la Nouvelle Vague.
Ø Colaboran en las diversas actividades Fundación Televisa, Canal Once, el Instituto Mexicano de la Radio y la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
Ø Se contará con la participación del reconocido investigador de cine francés Jean Ollé-Laprune.
1958 puede considerarse como el año de lanzamiento de la Nouvelle Vague francesa. En el Festival de Locarno, el debutante Claude Chabrol recibe el premio al mejor director, por su opera prima El bello Sergio (Le beau Serge, 1958); y en Venecia, Louis Malle consigue el Premio Especial del Jurado con Los amantes (Les amants, 1958). En enero se estrena en París Ascensor para el cadalso (Ascenseur pour l’échafaud, 1957), del mismo Malle, que había obtenido el Prix Louis Delluc.
Como escribiría Jean-Luc Godard en Arts, el 22 de abril de 1959, “El rostro del cine francés ha cambiado.” Y ese cambio sería aún más notable cuando durante 1959 aparecieran Hiroshima mi amor (Hiroshima mon amour, 1959) de Alain Resnais, Los cuatrocientos golpes (Les quatre-cents coups, 1959) de François Truffaut, El signo del león (Le signe du lion, 1959) de Eric Rohmer y Sin aliento (A bout de souffle, 1959) de Jean-Luc Godard.
La Cineteca Nacional y la Embajada de Francia en México, con la colaboración de Fundación Televisa, Canal Once, el Instituto Mexicano de la Radio y la Universidad Iberoamericana campus Puebla, celebran durante julio el 50 aniversario del nacimiento de esta trascendente corriente cinematográfica, con la realización de tres ciclos cinematográficos, dos exposiciones y la publicación del libro Nouvelle Vague: una visión mexicana.
México es el primer país en el mundo en festejar esta fecha. Más de 30 películas francesas pertenecientes a este movimiento integran la retrospectiva Nouvelle Vague: A 50 años de la Nueva Ola francesa. También se proyectarán los ciclos La Nueva Ola en México –ciclo integrado por filmes mexicanos influidos por esta corriente– y Miradas a la Nouvelle Vague, conformado por documentales sobre los protagonistas de la Nueva Ola.
Asimismo, se ha organizado una muestra fotográfica con más de 50 retratos de gran formato de cineastas, actores y actrices, así como fotogramas de la Nueva Ola. Las imágenes pertenecen al acervo fotográfico de Fundación Televisa.
La otra exposición está integrada por diez carteles seleccionados del concurso convocado por la Cineteca y el reconocido diseñador Carlos Palleiro a alumnos de la Universidad Iberoamericana campus Puebla.
Para las diferentes actividades de esta celebración, se contará con la participación del reconocido investigador de cine francés Jean Ollé-Laprune, quien se encuentra en nuestro país exclusivamente para difundir la relevancia de la Nueva Ola en la historia de la cinematografía mundial. Ollé-Laprune es uno de los creadores de los canales Cine Europa y Cine Classic, que se transmiten en toda Europa. Es autor de diversas obras sobre cine (entre ellas Claude Lelouch, Mode d’emploi y Dictionnaire du cinéma populaire) y colabora de manera regular en publicaciones como L’Avant Scène.
La vigencia de la Nueva Ola es patente: a medio siglo de su realización las películas se siguen viendo y sus rupturas formales y sus propuestas innovadoras y radicales no han perdido validez. Por otro lado, muchos de esos directores continúan activos y siguen siendo un referente del cine francés (Chabrol, Rohmer, Godard, Varda, Resnais). Los jóvenes de la Nouvelle Vague no sólo cambiaron la cara del cine francés; su influencia se extendió rápidamente por el mundo, dando lugar a una gran cantidad de nuevos cines que ocuparon las pantallas durante los años sesenta y modificaron totalmente la mirada sobre el mundo.
Desde luego que la ola francesa que irrumpe en los años 1958-59 no nace de improviso. Es el resultado de un largo proceso cuyas raíces pueden encontrarse por lo menos una década atrás, en la inmediata posguerra. Nace también impulsada por el desarrollo tecnológico, que por esos años hace más accesibles los equipos cinematográficos y menos engorroso su manejo, gracias a las cámaras ligeras, fáciles de cargar en el hombro, a las grabadoras sincrónicas portátiles y a la película más sensible. La realización cinematográfica deja de ser una empresa industrial para convertirse en una expresión mucho más íntima, de creación personal, equiparable a la literatura o la pintura.
Con películas muy personales, incluso autobiográficas, llenas de citas y referencias, rupturas formales y propuestas novedosas, sacudieron el cine francés con una saludable ráfaga de experimentación, riesgo e intransigencia juveniles, que encontraron muchos seguidores y rápidamente se impusieron.
Muy pronto, la Nouvelle Vague traspasó fronteras y encontró en otras partes a muchos jóvenes ávidos de seguir su ejemplo. Así, la corriente renovadora francesa se vio reproducida durante los años sesenta en múltiples variantes nacionales, como el Cinema Nuovo italiano, el Nuevo Cine Español, el Junger Deutsche Film, la Nuberu Bagu japonesa, el New American Cinema, el Cinema Novo brasileño, el Nuevo Cine Argentino o el Nuevo Cine Mexicano. Las particularidades locales no impiden ver que entre estos nuevos cines había muchas similitudes: rechazo al cine anterior, búsqueda de una expresión personal al margen de las exigencias industriales, gusto por las innovaciones formales y tecnológicas, ruptura de la narración convencional.
En nuestro país, el cine comenzaba a cambiar, y las pruebas más contundentes de ese cambio serían las obras de los cineastas debutantes en la segunda mitad de los sesenta y comienzos de los setenta: Tiempo de morir (1965) y La hora de los niños (1969) de Arturo Ripstein, La manzana de la discordia (1968) y Familiaridades (1969) de Felipe Cazals, Los nuestros (1969) de Jaime Humberto Hermosillo, Reed, México insurgente (1970) de Paul Leduc, Los meses y los días (1971) de Alberto Bojórquez. Cine de autor, en el mismo sentido en que lo concebían los cineastas franceses, todos estos títulos son la expresión de un universo individual, de preocupaciones personales, de una visión del mundo que no se reduce a los asuntos tratados sino que tiene que ver también con una concepción estética de la puesta en escena cinematográfica. La máxima del crítico Godard, “Los autores de filmes, gracias a nosotros, han entrado definitivamente en la historia del arte” (Arts, 22 de abril de 1959), ya era una realidad también para México.
A 50 años del surgimiento de esa gran ola renovadora y al margen de las preferencias personales, es indiscutible que a partir de los años sesenta el cine sufrió una transformación que aún hoy se siente y que ha afectado incluso a cineastas que aparentemente tienen muy poco en común con aquellos jóvenes nuevaoleros. Porque aparecieron nuevas formas de producción, nuevas tecnologías, nuevos temas y otras formas de abordarlos; una nueva manera de concebir el cine y, sobre todo, un nuevo espíritu radical y contestatario, que afloró con energía en un mundo conservador. La programación completa de las actividades puede consultarse en el sitio de internet de la Cineteca (www.cinetecanacional.net).
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27/6/08
50 años de la Nouvelle Vague
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