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- Cecilia K. Freeman, Editorial PAX
Por Héctor Medina Varalta
Este libro describe una trayectoria personal que aún está en marcha. Las técnicas que relata no son un remedio veloz ni son necesariamente adecuadas para cualquier niño. No son una cura para las lesiones cerebrales. Lo que este libro ilustra es una técnica de enseñanza en ambas direcciones en las que maestro y alumno constantemente intercambian puestos. Muchos de los niños cuyas historias se narran en este texto podrían no ser los mejores candidatos para recibir terapias convencionales y técnicas de enseñanza. En el pasado, varios de ellos habrían sido enviados a instituciones especiales.
La primera fase del libro se enfoca en el desarrollo de la sensibilidad y la conciencia. La autora destaca esto al citar una serie de “veloces anotaciones” hechas por compañeros tutores que cursan el cuarto grado. Son notas cortas que reflejan una profunda y sorprendente visión para tratarse de mentes tan jóvenes. Cecilia Freeman abunda sobre ello y muestra las reacciones de las madres de sus alumnos. Es raro que un maestro, de verdad manifieste la sensibilidad y la conciencia que compitan con la dedicación de una madre. Más adelante, la autora describe a cada niño y relata cómo algunos de ellos se graduaron en su clase.
Este libro es resultado de un proyecto creativo de amor, orgullo y paciencia. Cecilia Freeman nos brinda el cómo y el qué en un conmovedor recuento de sus vivencias como profesora durante dos años en que enseñó a niños que enfrentan retos muy profundos en el aspecto físico, mental y emocional. La autora complementa su trabajo con la investigación y experiencia profesional de los doctores Dennison, creadores de las asombrosas técnicas conocidas como Gimnasia para el cerebro. Los padres de los alumnos de Cecilia Freeman han respondido con entusiasmo ante la oportunidad de compartir con el mundo la alegría y los resultados obtenidos al utilizar la gimnasia para el cerebro con estos niños excepcionales. Leamos la carta de una madre agradecida: “Espero que sean pacientes conmigo, ya que jamás había escrito una carta como ésta. Ceci Freeman, la maestra de mi hijo, está escribiendo un artículo para el siguiente número de su revista. Yo quiero que ustedes sepan lo especial que es ella. Ese artículo trata, en parte, sobre mi hijo Jacob. Él tiene once años y yo me acostumbré a la idea de que nunca lo escucharía decirme “mamá”, ni sentiría sus extremidades abrazando mi cuello y tampoco lo vería pararse. ¡Pues adivinen qué! Gracias a la Gimnasia para el cerebro, que desde hace un año Ceci empezó a emplear con Jacob, ahora él puede soportar su peso sobre sus propios pies. Es un milagro. Les agradezco por este programa maravilloso y por tan fabulosa maestra. Sólo quería que supieran la alegría que sentí cuando lo vi hacer eso. Nunca pensé que esto me pasaría. ¡Ha sido un gran regalo!
“Gracias. Bettina (una madre orgullosa)
“PD: La primera vez que lo vi pararse fue en mi cumpleaños. ¡Ha sido el mejor regalo que me hayan dado jamás!”
Freeman relata que en 1995 trabajaba cuidando enfermos y ancianos en hogares particulares. Un domingo de agosto tomó la sección de anuncios clasificados del periódico para revisar si alguien solicitaba los servicios de un cuidador. Anteriormente, había impartido clases a alumnos que tenían necesidades especiales, primero en Virginia y después en New Hampshire. Los problemas de aprendizaje de aquellos niños habían sido relativamente mínimos. Esos alumnos habían sido diagnosticados como “discapacitados para el aprendizaje” o con “trastornos emocionales” y ahora ahí estaba, después de dedicarse a otras cosas durante once años, considerando la posibilidad de dar clases en California. Freeman leyó un anuncio que decía: “Se solicita maestra para un grupo de atención especial, que trabaje con alumnos que enfrentan serios impedimentos”. Ella se preguntó: “¿Qué quieren decir con ‘serios impedimentos’?”
Por su mente pasaron rostros de niños invidentes, sordos, autistas, en sillas de ruedas… con problemas físicos o emocionales… Por unos momentos pensó en seguir atendiendo a enfermos y ancianos. Sin embargo, algo tocó a su corazón, y decidió brindar a aquellos infantes su más reciente experiencia: un programa de aprendizaje basado en el cuerpo y conocido como Gimnasia para el cerebro.
Algunos capítulos: La creación de un ambiente seguro; Les presento a mis alumnos que son mis maestros; Niños, padres y maestros; Invitación a los compañeros tutores que están en los cursos de educación general; Respetar a los niños en su búsqueda de estructura; Ayudar a que broten los dones de cada niño, entre otros.
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