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2/12/10

Feria Internacional del Libro, Castilla y León, cuna del español invitada de honor

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Por: Héctor Medina Varalta

La Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la reunión editorial más importante de Iberoamérica y un extraordinario festival cultural. Fundada hace veinticuatro años por la Universidad de Guadalajara, es una feria para profesionales en donde el público es bienvenido, lo que la distingue del resto de las principales ferias que se realizan en el mundo. Sin descuidar su vocación como un encuentro de negocios, la FIL fue concebida como un festival cultural en el que la literatura es la columna vertebral, con un programa en el que participan autores de todos los continentes y diferentes lenguas, así como un espacio para la discusión académica de los grandes temas que cruzan nuestra actualidad. Durante los nueve días de la Feria, el público hace largas filas para escuchar a sus autores preferidos; la industria del libro convierte a Guadalajara en su corazón, y la ciudad se llena de música, arte, cine y teatro del país o región Invitado de honor; que este año es Castilla y León, cuna del español, cultura de la cual hablaremos.

El nacimiento de una lengua
De acuerdo a Ane Elixabet Galindo Azkunaga, redactora de la revista “los libros en Castilla y León” puede resultar paradójico que Castilla, un territorio que comenzó siendo un condado vasallo de un reino (el de León), se convirtiera en el catalizador de una lengua que hablan más de 400 millones de personas en todo el mundo, pero la Historia tiene giros maravillosos, que demuestran que el más pequeño puede realizar hazañas que el más grande ni soñaría. La importancia de Castilla no sólo en la expansión de la lengua, sino también en su génesis, es una cuestión de gran actualidad en los últimos años, ya que investigaciones filológicas recientes han arrebatado el título de “Cuna del español” a La Rioja, concediéndoselo a ésta. Se suele decir que una lengua no nace en un momento y lugar concretos, pero desde 1997 San Millán de la Cogolla ostenta por este motivo la acreditación de Patrimonio de la Humanidad gracias a las Glosas emilianenses, anotaciones manuscritas en latín, euskera y romance navarro-aragonés de principios del siglo XI compuestas en ese monasterio, que se consideraban la primera manifestación escrita de la lengua castellana; sin embargo, la aparición de los cartularios de la Colegiata de Santa María de Valpuesta, en el norte de la provincia de Burgos, ha readjudicado esa certificación esa certificación de “Cuna del Castellano”, ya que dichos documentos notariales (que dan fe de propiedades y transacciones) se remontan hasta el año 804, e incluyen palabras de un castellano en desarrollo y una abundante lista de nombres de lugares en el valle de Valdegobía y sus alrededores.

El nacimiento de un reino
En el momento en que los cartularios son compuestos nos encontramos en una tierra sin autonomía política, algo que conseguirá en el año 960 gracias al conde Fernán González, pero, pese a que el latín sigue siendo la lengua oficial, el dialecto castellano ya está convirtiéndose en una realidad cotidiana. Con justicia, las primeras manifestaciones literarias en esta lengua, los cantares de gesta que recitan los juglares (ya que se trata de literatura oral), convertirán muchas veces en protagonista a Fernán González, prototipo de caballero, aunque el más conocido y de mayor calidad artística es, como se sabe, el Cantar del Mio Cid.

Lengua gallego-portuguesa
Aunque ya Fernando III, a principios del siglo XIII, ordenó que todos los documentos notariales de interés público fueran redactados en romance, el momento decisivo en el afianzamiento de la lengua se dio con el rey Alfonso X, que gobernó los dos reinos ya fusionados de Castilla y León entre los años 1252 y 1284, y al que se consideraba padre del castellano. Por lo que sabemos, hasta el siglo XIII el romance castellano era una lengua reducida al uso oral, pues para los documentos escritos y la expresión literaria culta se utilizaba el latín exclusivamente. La literatura castellana era de trasmisión oral y de carácter popular, ya que los poetas cultos preferían la lengua la lengua gallego-portuguesa (como, de hecho, el propio Alfonso X, que escribió sus Cantigas en dicha lengua), por considerarla más apropiada para la expresión lírica. La España musulmana de entonces tenía un nivel cultural mucho más elevado que la cristiana, y había conservado obras persas, hindúes o grecolatinas, y por este motivo Alfonso X decide impulsar y dar nuevo vigor a la Escuela de Traductores de Toledo (ciudad que por aquel entonces pertenecía al reino de Castilla), que había sido creada en el siglo XII por don Raimundo, el arzobispo de la ciudad, con la ambiciosa empresa de recopilar y traducir al castellano todas esas obras científicas y culturales árabes, hebreas… Esa dignificación de la lengua, que su sobrino don Juan Manuel hizo más consistente con sus obras en prosa (hay que recordar que es el primer escritor en prosa literaria castellana consciente de su profesión), supuso una revolución cultural, ya que la colocó al mismo nivel que el latín, la lengua de cultura por excelencia, y le dio mayor consistencia fijando la grafía. Sin embargo, la labor que comenzó el rey Alfonso X no acabó con su fallecimiento, ya que se vio continuada en Castilla hasta principios del siglo XV con el aumento de las traducciones realizadas al romance, y ello ocurrió gracias a factores como la creciente demanda de libros por público más culto, debido a la sacralización de la cultura y a la extensión de la educación a más capas sociales, y a avances técnicos como el papel (que favoreció y abarató la tarea de copiar libros) y el descubrimiento de las lentes convexas (que posibilitó que muchos sabios de bastante edad avanzaran en el terreno cultural y científico). 


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