Por: Héctor Medina Varalta
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Esclavitud en el siglo XXI
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Daños de la pornografía en la sociedad
Algo muy importante que Lydia Cacho resalta en su libro son los testimonios de las mujeres que fueron rescatadas o tuvieron la suerte de huir de sus secuestradores. Por ejemplo, Carmela, una ex prostituta mexicana que trabaja para prevenir la violencia en Miami, señala: “Antes las mujeres decíamos ‘Mi marido me pega porque me quiere’, porque desde niñas nos habían dicho que eso significaba el amor, hasta que entendimos que es justo lo contrario. Ahora resulta que debemos decir ‘Los clientes me violan y humillan porque soy libre’ ¡Es una estupidez monumental! Ser sexualmente libre es decidir no ser explotada y tener sexo con quien te dé la gana, pero no para beneficiar a una industria promotora de la indignidad femenina, de la violencia normalizada. Más adelante la periodista señala: “Pensemos en el debate sobre los posibles daños que la pornografía hace a la sociedad. Catharine MacKinnon sugiere que cuando más se legitima y populariza la pornografía, más se normaliza la violencia contra las mujeres, y la sociedad es menos sensible ante la explotación sexual. Además, según esta activista, quienes critican y analizan la pornografía y sus efectos socioculturales reciben ataques beligerantes y se les califica como enemigos de la libertad de expresión, se les insulta y ofende”.
Tráfico de órganos
Según Cacho, los grandes empresarios y políticos prohíben el aborto e invierten dinero para legalizar la prostitución, pero en los guetos, “fuera de las miradas de las mujeres de bien”. Las quieren ocultas no porque sean mujeres del mal y “ensucien la ciudad”, sino porque la esclavitud precisa de controles de poder. Mientras esto sucede, la industria del sexo se moderniza, se globaliza e implementa nuevos discursos mercadotécnicos y políticamente correctos. Las mafias siempre intentarán convencernos de que somos libres cuando esclavizamos a otras personas para nuestro consumo, y que las mujeres son libres porque pueden elegir ser esclavas de sus clientes. Pero no solamente la izquierda y las feministas postmodernas compran este discurso, la derecha que bajo el crucifijo o la sotana goza de la prostitución más refinada también está encantada.
La valiente periodista advierte que a lo largo de los años en que ha investigado la trata de personas, ha entrevistado a cientos de servidores públicos y expertos en todo el mundo. La gran mayoría de los jefes de la policía, entre ellos el desaparecido zar anticrimen organizado de México, José Luis Santiago Vasconcelos, insistieron en que el tráfico de órganos es casi un mito de la prensa amarilla, la excepción y no la regla. “Si existen casos, son prácticamente aislados”, le aseguraron las autoridades de varios países.
Minucioso trabajo de investigación
La guapa periodista comenta que en una ocasión en que se encontraba en un restaurante en su natal Cancún, un sujeto que le había invitado una botella de champán y que ella amablemente rechazó, estaba parado esperándola y le dijo: “Mire, señora Cacho, usted es la mujer más valiente de este país, y quiero que sepa que nosotros nos parecemos más de lo que piensa. Los dos estamos en contra de los mismos perversos, porque hay cosas que están permitidas pero otras que rompen con la ley de Dios y del hombre”. Cacho relata que lo miraba fijamente a los ojos. Alto y con porte militar, llevaba gafas Armani, un reloj lujoso, pantalones de mezclilla, zapatos italianos y una medalla de oro de la Virgen de Guadalupe colgada en el cuello. El tipo se veía confiado, y, aunque hacía un esfuerzo por usar un lenguaje correcto, hablaba como si lo hiciera del clima: “Si usted me lo permite, yo me encargo de eliminar al góber precioso y al tal Nacif. Hay que limpiar al país de las ratas que tocan a nuestros niños”. Por último, le pidió que si Lydia aceptaba, ésta dejase caer una servilleta al suelo. “Mi palabra es de hombre de ley”, insistió. “Le creo, buenas tardes”, dijo Cacho amablemente, fingiendo indiferencia y se dirigió a su mesa.
Trayectoria
Lidia Cacho (México, D. F., 1963), periodista, activista social y escritora, ha sido galardonada con el Premio Nacional de Derechos Humanos Don Sergio Méndez Arceo, el Premio Yo Donna de España a la labor humanitaria, el Premio Guillermo Cano de la UNESCO a la libertad de expresión. Es especialista en temas de violencia y género, y asesora a la Agencia de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). Durante 18 años ha ejercido el periodismo en radio, televisión y en diversos diarios y revistas del país. Es cofundadora de la Red de periodistas de México, Centroamérica y el Caribe, y corresponsal de la agencia de noticias CIMAC. Su columna semanal se publica en El Universal y en una decena de diarios. Fundó y dirige un centro de atención para mujeres y sus hij@s víctimas de violencia en Cancún, Quintana Roo, certificado por el National Training Center for Domestic and Sexual Violence. Es autora de Los demonios de Edén, Muérdele el corazón, Esta boca es mía, Memorias de una infamia y Con mu hij@ no.
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