En días
recientes han abundado las notas sobre los elementos legales relativos a la
negativa del séptimo tribunal colegiado al amparo por el que Telmex pedía se
reconociera la afirmativa ficta que recibió en 2008, luego que la COFETEL
sobrepasó el tiempo para responder a su solicitud para cambiar el título de
concesión. A decir de los Abogados, la decisión es inapelable y si la empresa
quiere ofrecer el servicio de TV restringida, tendrá que iniciar el proceso de
nuevo desde cero, así de simple.
Pero, ¿Qué
hay acerca de las implicaciones de esta decisión sobre el mercado y la
competencia efectiva? Finalmente, las disposiciones legales y regulatorias no
son un fin en sí mismas, sino un medio para la promoción de la competencia; y
con ello, la optimización del bienestar social y la productividad.
Una
Fotografía de la Concentración
Entonces,
conviene repasar el panorama del mercado en cuestión para entender por qué, en
las condiciones actuales, no es deseable ni mucho menos conveniente permitir la
incursión en el mercado mexicano del operador dominante, Telmex, a la TV
restringida.
De inicio
llama la atención que más de dos décadas después de la privatización del
entonces monopolio gubernamental, Telmex, el mercado hoy día sigue mucho más
cerca de ese escenario de concentración absoluta que de uno en competencia
efectiva. Sin duda el caso de mayor concentración en el mundo de cualquier
mercado que se piense u ostente en competencia, con un peso mayor al 80% del
mercado de telecomunicaciones fijas, tanto en número de líneas como en
ingresos, además de dos terceras partes de las conexiones de Banda Ancha del
país. Y eso sin considerar su participación en las telecomunicaciones móviles,
donde su subsidiaria Telcel ostenta 70% del mercado, se mida como se mida. Con
todo, no es entonces de sorprender el diagnóstico de la OCDE que nos ubica,
tanto a nivel sector como país, con un mercado de servicios caros, escasos y de
mala calidad derivado de esta concentración.
Actualmente,
una tercera parte de la población tiene acceso a los servicios de internet,
situación que podría considerarse favorable para el país. Sin embargo, también
este hecho exhibe que dos terceras partes de los mexicanos aun se encuentran
desconectados, con todas las implicaciones negativas de la exclusión digital. Y
al considerar las conexiones de Banda Ancha, la penetración en este otro
mercado dominado por Telmex se limita a 12.5%.
Prevalece
la Falta de Competencia Efectiva
Así,
garantizar un adecuado marco regulatorio y de políticas públicas debe
traducirse en crear incentivos para que las nuevas tecnologías se aprovechen
tanto en mejoras productivas como de competencia. Eso es precisamente lo que
nuevamente ha dispuesto el referido tribunal, en respaldo a las decisiones de
las entidades involucradas en diferentes fases del proceso: COFETEL, SCT y CFC,
entre otros.
Pero no
debemos confundirnos, en realidad no es posible considerar que la decisión haya
constituido un paso hacia adelante en términos regulatorios, seguimos tan mal
como estábamos y las cosas no han cambiado. El único hecho relevante es que no
se le dio permiso al operador dominante para cambiar su título de concesión y
con ello poder incursionar en la oferta de otros servicios.
Parece
importante aclarar que el anuncio reciente de negar al operador dominante del
segmento fijo, Telmex, la posibilidad de ofrecer servicios de video de paga
resulta en que nada ha cambiado en el sector. Lo que significa es que las
condiciones de competencia inequitativa y acotada prevalecen en los mismos
términos que han permitido a esa empresa conservar cuatro quintas partes del
mercado, dos décadas después de su privatización y muchos años después de la
entrada de la competencia al mercado.
Así, el
resultado de la excesiva concentración de mercado en los diferentes segmentos
de las telecomunicaciones mexicanas puede y debe contrarrestarse con acciones
gubernamentales efectivas para revertir sus efectos negativos. Como en el resto
de los mercados que han logrado avanzar hacia la competencia, se requiere
aplicar temporalmente esquemas compensatorios del tipo de obligaciones específicas
o de regulación asimétrica. Además, deberá limitarse la recurrente litigiosidad
y abuso de amparos que han entorpecido la sana competencia en las
telecomunicaciones mexicanas.
Con todo,
es importante tener claro que dos de las Cs de esta menguante administración,
la competencia y la convergencia, deben seguir ese orden: primero competencia,
luego entonces, la convergencia. De otro modo, terminaríamos con mayor
concentración de mercado, de esa ya maltrecha competencia en las
telecomunicaciones mexicanas.
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