Por Héctor Medina Varalta
Vivimos en una sociedad adictiva. Los individuos que la formamos hemos ido perdiendo nuestra libertad interior y hemos buscado, aun sin darnos cuenta, caminos para escapar del dolor que nos produce el no haber solucionado satisfactoriamente nuestro anhelo de entablar relaciones sanas e íntimas con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Cuando hablamos de adicciones pensamos en alcohol, droga, cigarro y otros, y clasificamos a las personas estos problemas como enfermas. No nos percatamos de que muchos podríamos sentirnos aludidos si ampliáramos el campo de las adicciones a todas las que existen y atrapan a los seres humanos.
El juego es una adicción cuando la persona está aún más esclavizada por el proceso mismo que por ganar dinero. Como todos los adictos, los jugadores usan su adicción para no poder atención a sus sentimientos. Sus vidas se convierten poco a poco en difíciles de manejar. Jugar es tan adictivo como beber alcohol y aunque no destruye el cuerpo, destruye el orden de la vida y las relaciones. En lo exterior los jugadores no muestran señales de su enfermedad como los otros. Hay una alteración progresiva de la conducta: la persona siente preocupación y urgencia por el juego que compromete su familia y su trabajo.
Secuelas de la ludopatía
De acuerdo a la psicóloga María Esther B. de Castillo, miembro de la Asociación de Terapeutas Cristianos, las estadísticas muestran que el 10 por ciento de la población americana tiene problemas con el juego. Empiezan a jugar de jóvenes para compensar su ansiedad. Además, una tercera parte de los jugadores son mujeres. La ludopatía es una enfermedad invisible y cuando empiezan su recuperación los adictos muestran los mismos síntomas que aquellos que dejan el alcohol o la droga. Una modalidad de esta adicción se encuentran muchas personas que trabajan en casas de bolsa y que juegan en ella constantemente con los riesgos que esto implica y experimentan la excitación que sienten los jugadores de cualquier deporte. Por otra parte, la dicción al juego a llevado a muchos al crimen, al suicidio y a cosas verdaderamente vergonzosas y humillantes, lo primordial para el jugador es la emoción, la angustia y la tensión que jugar produce.
La adicción es más fuerte que el amor
Castillo comenta que no es raro que el jugador que no puede pagar su deuda recurra a muchas cosas para seguir jugando; incluso ponen en riesgo a su familia, sus bienes o lo que sea. Sufren por hacerlo pero no lo pueden evitar porque su adicción es más fuerte que cualquier amor, lealtad, ley moral, valores, etcétera. El jugador experimenta la emoción de los preparativos para poder jugar. Muchas veces su trabajo, su futuro, su estabilidad familiar están también en juego y esto le produce sensaciones físicas que le provocan el deseo de repetirlas y que aparecen con la sola posibilidad de jugar.
Muchas mujeres tienen esta adicción y ponen en la cuerda floja el dinero que reciben de sus maridos para la casa y comprometen el dinero que todavía no reciben.
Testimonio
Joaquín es un hombre de 45 años, apuesto y de mucho mundo. Desde muy joven empezó a jugar póker y blak Jack en reuniones de amigos y lo que inició como una diversión que animaba las reuniones, terminó siendo la costumbre cada vez que se juntaban. Al principio las apuestas eran simbólicas pero fueron haciéndose fuertes con el tiempo.
Cuando contrajo matrimonio, las reuniones semanales se mantuvieron y Joaquín las esperaba con ansia toda la semana. En alguna ocasión alguien les propuso un viaje a Lake Tahoe en el que los gastos de avión y hotel eran una ganga. Joaquín y tres amigos más se inscribieron al viaje y se fueron felices después de haber pensado bien la cantidad de dinero que podían apostar.
Excepto Joaquín, los demás perdieron todo el segundo día y él empezó a ganar hasta que reunió una cantidad de dinero muy fuerte. Esa fue la razón para que se aficionara a este tipo de viajes y con el pretexto de que el pasaje y el hotel costaban muy poco, casi de ninguna excursión se perdía. Las siguientes veces no fueron tan afortunadas para él y llegó a perder tanto dinero que para pagar sus deudas hipotecó la casa y vendió su coche. Con la esperanza de que la suerte cambiara, seguía y seguía jugando, aumentando la deuda. Cuando ya no tenía con qué pagar pidió prestado en la empresa donde trabajaba y realizó pequeños fraudes en las cuentas que presentaba en la compañía
Perdió la dignidad
Lo peor de todo era que el dinero que conseguía nunca era empleado en pagar la deuda sino en jugar más con la esperanza de que con un golpe de suerte pudiera pagar todo de una vez. Joaquín tapaba un hoyo cavando otro, pidiendo dinero aquí y allá, mintiéndole a su mujer, sin poder parar de jugar y sin tratar de buscar el modo de pagar honestamente sus deudas. En una auditoría de su empresa, salieron a la luz sus fraudes y si bien tuvieron compasión de él no metiéndolo a la cárcel, sí lo corrieron sin recomendación del trabajo, perdiendo además su antigüedad. Tuvo que buscar otro trabajo menos remunerado. Su angustia crecía y para salir de ella, además de jugar cartas, empezó a apostar en las carreras de caballos en donde a veces perdía y a veces ganaba siendo casi siempre más las pérdidas.
Cuando su ansiedad llegó a su clímax, su mujer se enteró de lo que pasaba y aunque lo apoyó, Joaquín no podía decidirse a dejar el juego y las apuestas. Cada día la cosa empeoraba y llegó a pedirle a su mujer que coqueteara con sus amigos para conseguir que le prestaran dinero.. ese fue el fin para él; su esposa se indignó tanto que se llevó a los hijos y lo dejó solo. Él, en la soledad y perseguido por sus acreedores, se dio a la bebida y se convirtió en la sombra de lo que era.
“Cuando llegó-concluye Castillo—al Centro de Oración no lo reconocimos como el esposo de nuestra amiga. Estaba tan desesperado que nos dio porque parecía capaz de hacer cualquier cosa en esos momentos. Empezó un proceso de curación. Por cuatro meses no ha jugado ni apostado. Su matrimonio sigue sin arreglarse, pero su esposa lo ve tan mejorado que ha permitido que sus hijos salgan con él. El futuro no lo conocemos, sólo lo conoce Dios, pero creemos que ya no necesitará vivir en la tensión y ansiedad de los jugadores”.
Ampliación del campo adictivo
Por su parte, Craig Nakken en su libro “La personalidad adictiva”, comenta que la adicción se ha tratado de manera muy limitada, principalmente porque su terapéutica es un campo relativamente reciente. El tratamiento de la adicción en cualquier escala que se puede medir comenzó con Alcohólicos Anónimos en 1935, y sólo concernía al alcoholismo, una forma específica de la adicción. Además, mientras la mayoría de los campos de estudio inician con un conocimiento general del tema que se va especificando gradualmente, nuestro conocimiento sobre la adicción se ha ampliado paulatinamente al ayudar a la gente con otros tipos de adicción. Más aún, el tratamiento de la adicción como campo de estudio no comenzó con un grupo de profesionales, sino con personas que experimentaban una adicción. Cuanto más se aprendió sobre la naturaleza de la adicción a partir de estos pioneros, más se advertía que sus principios de recuperación podrían ayudar también en otras formas de adicción. Entonces comenzaron diversos grupos como Jugadores Anónimos, Narcóticos Anónimos, Tragones Anónimos, Despilfarradores Anónimos y otros grupos de ayuda que trabajan con los Doce pasos de Alcohólicos Anónimos.
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