- Rafael Tovar y de
Teresa, presidente del Conaculta, y María Cristina García Cepeda, directora
general del INBA, entregaron el reconocimiento al cineasta de 70 años de edad
- “Es hora de poner
un basta ya al desprecio, para acabar con el divorcio entre el cine mexicano y
su público”, señaló el director de El castillo de la pureza
- “Es uno de los
autores que mayor coherencia han dado a su trabajo creativo”, dijo el
presidente del Conaculta
El cineasta mexicano Arturo Ripstein
recibió la Medalla Bellas Artes, el máximo galardón que otorga el Instituto
Nacional de Bellas Artes (INBA) a creadores, intérpretes y destacados
personajes de la cultura de nuestro país, con un discurso en el que llamó a
terminar con el divorcio entre el cine mexicano y su público, y a reconocerle a
ciertas obras cinematográficas su condición de arte.
El presidente del Consejo Nacional
para la Cultura y las Artes (Conaculta), Rafael Tovar y de Teresa; y María
Cristina García Cepeda, directora general del INBA, entregaron este
reconocimiento a Arturo Ripstein durante una emotiva ceremonia realizada en la
Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, en la que también
participaron la guionista Paz Alicia Garciadiego, su también esposa; el editor
Jorge Lebedev y el fotógrafo Alejandro Cantú.
Se trata de la primera ocasión en
que la Medalla Bellas Artes es otorgada a un creador cinematográfico y se hace
en reconocimiento a su larga trayectoria de casi 50 años. El castillo de la
pureza, Cadena perpetua, El lugar sin límites, Principio y fin, Profundo
carmesí y El evangelio de las maravillas, son algunas de las
cintas que llevan la firma de Ripstein; títulos que figuran en lo más granado y
reconocido de la historia del séptimo arte, no solo nacional, sino mundial,
gracias a su muy personal perspectiva que, aun cuando retrata temas y
personajes mexicanos, sorprende por su universalidad.
Arturo Ripstein, hijo del reconocido
productor cinematográfico Alfredo Risptein, nació en la Ciudad de México el 13
de diciembre de 1943. Parte importante de su infancia y juventud transcurrió en
sets de estudios cinematográficos, como los Churubusco, donde su padre filmaba,
y donde desempeñó diversos oficios, el más importante de ellos, a los 18 años
de edad, como asistente de Luis Buñuel en El ángel exterminador (1962).
“Debemos recordar que Ripstein
debutó como director en 1965 con la cinta Tiempo de morir, realizada con un
guion de Gabriel García Márquez y la colaboración de Carlos Fuentes. Este fue
el comienzo de un cineasta que se ha convertido en figura indispensable para
explicar buena parte de las últimas cinco décadas del cine nacional y que ha
trabajado con grandes personalidades de la cultura”, indicó Rafael Tovar y de
Teresa.
A través de un discurso leído por
Paz Alicia Garciadiego, la actriz ausente Patricia Reyes Espíndola destacó
algunos aspectos de la personalidad de Ripstein en los sets de grabación, como
su disciplina casi militar, su perfeccionismo y su pasión por lo que hace. “Por
él supe que un director llega con la película filmada en su cabeza, para cuando
está en el set la tiene completamente definida, por ello exige que le quede tal
como la imaginó en su cabeza”. El editor Jorge Lebedev destacó que desde sus
comienzos, Ripstein eludió cualquier recaída en el folclorismo, la cursilería o
la demagogia y la denuncia social, algo que decidió reservar sólo para su vida
privada. “De Luis Buñuel se contagió de una estética, es decir, una &e
acute;tica, que nunca habría de ceder a la complacencia. En todo caso da igual
el origen de esa lección, una verdadera declaración de principios a la que
nunca se vio dispuesto a renunciar. Yo me inclino a creer que se trata de un
impulso genético, de un enigma llamado vocación o talento”.
Arturo Ripstein, quien ha dirigido
más de 40 películas, una gran parte de ellas elogiadas en Europa y América, y
han formado parte de la selección oficial de festivales de renombre como los de
Cannes, Venecia, Guadalajara, La Habana y Sundance, aprovechó su turno de la
palabra para hacer una defensa del cine que a él le gusta.
“Hago cine desde hace muchos años,
con terquedad, con tesón y sin esperanza. Hoy quiero defender el cine que a mí
me gusta, el que me alude y me justifica. Con un poco más de 100 años de edad,
sólo un puñado de películas son arte, el pobre cine suele ser una artesanía de
segunda, a la noción de cultura casi ni la roza. La explicación es quizá fácil:
la gloria y el desastre del cine es su formidable popularidad.
“Por eso es muy frecuente confundir
el éxito con el talento, con el arte. El éxito y lo bueno ya casi nunca
coinciden. Hay ahora dos tipos de cine, se les conoce muchas veces por sus
intenciones: el cine que se hace pensando con el corazón, con las tripas, con
los ojos; y el otro que se hace pensando con la cartera. Antes no era así,
había películas y punto. El arte lo incluían, sin querer, el gran talento de
los que filmaban, y el arte es peligroso. Y este cine que yo defiendo tiene
cada vez menos opciones de sobrevivir, hay nuevos formatos y nuevas plataformas
que ayudan mucho, no obstante, su existencia es cada vez más tenue y eso es
grave”, dijo.
El director lamentó que a 120 años
de existencia, el cine mexicano aún no haya logrado vencer la mirada
condescendiente y despectiva de los propios mexicanos. “Confieso en voz alta y
casi con temeridad que hago cine mexicano. Hago un cine que quiere, busca, se
empeña en ser arte siendo cine y sólo eso. Para el gran público el cine es un
entretenimiento y no un arte. Asisten cuando quieren olvidarse de la medianía
de sus vidas.
“Por el abandono al que ha sido
relegado cierto cine mexicano, hoy me siento contento porque por primera vez se
le entrega la Medalla de Bellas Artes a un cineasta y a mí en lo personal me
enorgullece. Me encantaría lograr que el cine mexicano se reivindicara con este
reconocimiento. Espero que esta medalla pueda significar un paso más en la
búsqueda desesperada que lleva a cabo el mejor cine mexicano desde hace años”,
puntualizó.
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