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30/7/09

Tragedia carretera, el pan de cada día.

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Por José Pedro Santiesteban Oliva

En esta ocasión fue el turno de una familia que pretendía iniciar una nueva vida en el Puerto de Acapulco, por supuesto que lo hará, pero en circunstancias que nunca imaginaron, después de perder a la madre de familia y su menaje de casa.

Las escasas exigencias a conductores y transporte, por parte de las autoridades, llegan a convertirse en el principal detonador de este tipo de tragedias que ocurren un día sí y otro también, mientras que tras bambalinas, el principal culpable queda exento de la más mínima molestia por su negligencia.

La ignorancia presumible del jefe de familia, respecto a la pericia para manejar, los mínimos en las condiciones físico mecánicas del vehículo, sobre todo para efectuar un viaje como el que intentaban realizar, todo ello bajo el cobijo de una autoridad que todavía no ha entendido hasta donde llega su responsabilidad, pone de manifiesto la urgente necesidad de que se despabilen.

En este accidente además de lo antes descrito, se activó el detonador con la presencia de un conductor no menos irresponsable, quien circula a gran velocidad un vehículo de carga pesado, con material peligroso. Este conductor, fue incapaz de controlar la unidad, debido tal vez a que nunca había sido informado de la responsabilidad que implica manejar, por parte de una autoridad que ignorante de su encargo no establece mecanismos de control para verificar que todos conozcamos al menos lo fundamental, antes de otorgarnos el permiso para conducir, tal y como desde hace mucho tiempo se hace en cualquier otro país, que sabe la diferencia que existe entre las recaudaciones fiscales y el otorgamiento de permisos para ejercer cualquier actividad, cuyo filtro garantiza la seguridad de la sociedad y del individuo.

Ahora es tarde para remediar lo ocurrido, sin embargo, sería oportuno empezar a corregir tantos dislates como los aquí enlistados y los que a simple vista se identifiquen; amén de hacer el esfuerzo por corregir todo lo que nos perjudica en el día con día.

No creo que sea una revolución la que venga a remediar todos nuestros males, ya la tuvimos y el resultado fue peor que la enfermedad, a reserva de que alguien me demuestre lo contrario. Lo que se necesita sin duda es empezar por acciones pequeñas que tal vez pudieran considerarse insignificantes, pero que de ser adecuadas y consistentes, podrán ayudar a corregir uno a uno los desaciertos que cotidianamente cometemos, si es que somos capaces de identificar.

Iniciar la búsqueda de personas con talento suficiente para reemplazar a quienes han fallado o en su defecto, para no afectar a inocentes dentro de la familia de los incompetentes, capacitarlos para que si ello es posible, alcancen la destreza y comprendan la responsabilidad de su encargo.

El común denominador que tenemos quienes carecemos del coeficiente intelectual promedio, para que no se nos califique como imbéciles, consiste en la incapacidad para percatarnos de la realidad; a lo que el campo del transporte y la vialidad no es ajeno.

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