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Morelia, Michoacán, a 24 de Noviembre de 2011. En medio de la exuberante belleza churrigueresca del Templo de San Diego, el Quinteto de Minería hizo gala en su presentación, demostrando el nivel musical mexicano apto para el Festival de Música en su XXIII edición.
El quinteto que está formado por músicos de diferentes nacionalidades, todos ellos unidos por el sentimiento y la vida mexicana. A cargo de la prestigiada violinista mexicana Shari Mason, quien ha ganado un sinfín de premios por su excelente interpretación, así como por su técnica sin igual, dieron inicio con el Quinteto para piano y cuerdas en sol menor Op. 57 del compositor Dimitri Shostakovich, obra que fue escrita en menos de un año y además estrenada por el mismo compositor; motivo que quizá le dio una mayor importancia a la interpretación y contraste de los diferentes movimientos.
Con un acorde preciso y fuerte, comenzó la interpretación del Preludio a cargo del piano, en un desarrollo inmediatamente de armonías disonantes para dar paso a la vibrante entrada de las cuerdas, tomando rápidamente el protagónico en la ejecución y cayendo posteriormente a una sección melodiosa, pero que no perdió el estruendo de las notas. Pasando al Adagio de una forma suave por los violines en una búsqueda por no romper la tranquilidad de los diferentes sonidos y delicadeza de las diferentes armonías que aún siendo disonantes provocaban una sensación de reposo.
Después pasaron al Scherzo con entrada entusiasta en las cuerdas y seguida por el piano, es un movimiento en el que se da el esplendor del quinteto. Como el nombre lo indica, es una muestra de los diferentes timbres en los instrumentos en un intento por crear la broma musical y juguetear para explorar otros ámbitos del conjunto. Continuó el Intermezzo, una muestra de la melodiosidad del violín con un acompañamiento por la viola en variado pizzicato, después entrando las demás cuerdas hasta dar paso al piano en un ritmo constante que hacía la función de marcar el tiempo de la obra. Característica principal, el alargamiento sostenido de los motivos que realizaba cada instrumento en el conjunto, creando un dramatismo musical llevado hasta el climax por los agudos de las cuerdas.
Retomando el motivo del movimiento anterior, entra Finale en un Allegretto para dar paso al cierre de la obra, remarcando el trabajo de los sonidos graves del violoncello para dar profundidad a ciertas secciones y posteriormente realizar escalas en el piano. Solemnidad rítmica y animada es lo que resaltó en este final que no tuvo necesidad de ser majestuoso por haber trabajado dicha característica en el desarrollo previo.
Después del tradicional intermedio regresaron para seguir deleitando al público con otro de los grandes dentro de la música de Cámara; Johannes Brahms y su Quinteto para piano y cuerdas en fa menor Op. 34, marcado por un inicio sutil de las cuerdas que se ve enaltecido por la entrada del piano imprimiéndole fuerza y movimiento al Allegro non troppo, pasando al Andante un poco Adagio que inicia con un volumen bajo por parte de las cuerdas para resaltar únicamente el acompañamiento del piano.
Destacándose de esta obra el Scherzo que contiene la mayor riqueza de texturas y colores sonoros unidos en ritmos veloces pero marcados en todo el tiempo. Después se llegó al Finale, realizado en una forma muy contemplativa y en un estado anímico serio hasta cierto punto trágico.
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