Por José Martínez M. (*)
México es el país con más periodistas asesinados y desaparecidos en el mundo. |
México, D. F., a 17 de mayo de
2012.-De acuerdo a las estadísticas, en México cada cinco días, en promedio, es
asesinado un periodista, eso lo convierte en uno de los países con más
periodistas asesinados y desaparecidos en el mundo. A pesar de ello el
presupuesto del gobierno del presidente Felipe Calderón asignado a la Fiscalía
encargada de investigar estos delitos asciende a menos de 250 mil dólares (tres
millones de pesos) para el año 2012. Uno de los años más sangrientos para la
prensa.
“Es una pena pero esa nuestra realidad”, me dijo la fiscal Laura Angélica
Borbolla en una reunión con miembros de la Fundación para la Libertad de
Expresión (Fundalex).
Como se sabe el 3 de mayo de 1993 fue proclamado como el Día Mundial de la
Libertad de Prensa por la Asamblea General de las Naciones Unidas (decisión
48/432, de 20 de diciembre), siguiendo la Recomendación adoptada durante la 26ª
sesión de la Conferencia General de la Unesco en base a una resolución de 1991
sobre la “Promoción de la libertad de prensa en el mundo” donde había
reconocido que una prensa libre, pluralista e independiente era un componente
esencial de toda sociedad democrática y un derecho humano fundamental. Desde
entonces, se ha celebrado cada año el 3 de mayo, aniversario de la Declaración
de Windhoek, cuando en Namibia como conclusión de un seminario convocado por la
prensa africana se propuso que cada 3 de mayo en todo el mundo se celebrara el
Día Mundial de la Libertad de Prensa como una oportunidad para celebrar los
principios fundamentales de la libertad de expresión; evaluar la libertad de
prensa; defender los medios de comunicación de los atentados contra la
independencia y rendir homenaje a los periodistas que han perdido sus vidas en
el cumplimiento de su deber.
Es así que el pasado jueves 3 de mayo cuando los periodistas de todo el mundo
nos aprestábamos para conmemorar el Día Mundial de la Libertad de Expresión, la
víspera aparecían los cuerpos cercenados de tres periodistas mexicanos en el
estado de Veracruz, días antes Regina Martínez corresponsal de la revista
Proceso había sido asesinada en esa misma entidad.
Ese día yo me encontraba representando a la Fundalex en Torreón, Coahuila,
donde estudiantes de periodismo de varias universidades del país se daban cita
para recibir los premios nacionales de periodismo universitario. Formaba parte
del jurado y ofrecería una conferencia magistral ante maestros y estudiantes.
Guardamos un minuto de silencio. Ofrecí mi charla con la voz entrecortada por
más que quise disimular mi tristeza. Allí estaban los futuros periodistas que
con ilusión cursan una carrera universitaria persiguiendo los sueños de lo que
Gabriel García Márquez ha calificado como “el mejor oficio del mundo” pero que
en México, como en otras partes, se ha convertido en uno de los más peligrosos.
¿Qué futuro le depara el destino a estos jóvenes que sueñan algún día contar
con un título de periodista? Les hablé de Manuel Buendía y de Jesús
Blancornelas. Dos grandes periodistas, centinelas de la nación.
Como ellos, la corresponsal Regina Martínez y los fotorreporteros Gabriel Huge,
Guillermo Luna Varela y Esteban Rodríguez –que fueron masacrados en Veracruz–
no buscaban ser héroes, servían y amaban a su país. Sus familiares y sus
colegas del gremio solo queremos justicia. Como ellos, casi un centenar de
periodistas en México han sido victimados, mientras otros se encuentran
desaparecidos. Sus casos se mantienen impunes.
Así, ante el desdén del gobierno mexicano, en especial del presidente Felipe
Calderón, el diario The Guardian –uno de los diez más leídos e influyentes del
mundo– les ha rendido un homenaje a los periodistas asesinados en México, con
una exposición en las instalaciones del diario británico donde se exhiben 55
imágenes de los reporteros ultimados en los años.
Para el inglés Chris Bain, director de la organización Cafod, los reporteros
homenajeados en la exposición fotográfica deben ser recordados no sólo por sus
muertes, “sino por su dedicación para desenterrar la verdad y mostrarla a la
población. Si el mundo busca a héroes, aquí están”.
Ese 3 de mayo en Madrid, España, cuando se galardonaba al periodista mexicano
Humberto Padgett de la revista Emeequis con uno de los premios “José Ortega y
Gasset”, el presidente del periódico El País Juan Luis Cebrián fue preciso y
contundente en su discurso: “Lo que desde hace tres décadas venimos premiando
es el esfuerzo, individual o colectivo, de aquellos profesionales que contra
viento y marea defienden el derecho a saber de los ciudadanos, su libertad de
informar y de ser informados. Muchas veces ese esfuerzo no es suficientemente
reconocido por los propios lectores, ni por sus colegas o las empresas
editoras, pese a que su entusiasta servicio a la comunidad les supone a menudo
la antesala de la cárcel, el destierro o aun la muerte”.
Ante el caso de los periodistas ejecutados en Veracruz, Cebrián dijo que “su
único delito fue testificar una realidad oprobiosa”.
Justo ese mismo día en una ponencia dictada en la Universidad Veracruzana, el
experto en seguridad, Edgardo Buscaglia, director del International Law and
Economic Development Center, elogió la valentía de los periodistas mexicanos
que han tenido que reportar la tragedia por la que atraviesa el país.
“No se puede combatir a la delincuencia organizada o prevenirla sin
información, por eso se mata a periodistas que hacen investigaciones
patrimoniales para descubrir vínculos de la delincuencia con políticos”.
En México, queda claro que decir la verdad cuesta y no está por demás subrayar
que la palabra empeñada por el presidente Felipe Calderón de castigar la
impunidad en el caso de los asesinatos de periodistas, fue un compromiso que
terminó por ser letra muerta, como ocurrió de igual manera con la Fiscalía
Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión
que desde su creación en 2006 nació muerta.
La Fiscalía carece de recursos materiales y financieros. No tiene sede propia
ni siquiera aparece en el organigrama de la Procuraduría General de la
República. Su presupuesto es tan escaso que para el año 2012 apenas asciende a
menos de 250 mil dólares (3 millones de pesos) para atender asuntos a nivel
nacional. Su plantilla de funcionarios y empleados, incluyendo a la nueva
fiscal no rebasa los veinte el número de su personal.
Los integrantes de la pomposa Fiscalía Especial para la Atención de Delitos
cometidos contra la Libertad de Expresión ocupan un pequeño espacio en las
oficinas de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales
(Feplade) donde se encuentran hacinados. No hay presupuesto ni para agua y
muchos menos para café. Se ha llegado a carecer de los más elementales insumos
de oficina. La mayoría de cientos de expedientes están rezagados. No hay
seguimiento en muchos de los casos. Simplemente no hay recursos. Hechos que
contrastan con los discursos rimbombantes del Presidente y los diputados que
integran la Comisión Especial para Dar Seguimiento a los Agravios a Periodistas
y medios de comunicación.
Así se atiende la libertad de expresión en uno de los países con mayor número
de periodistas asesinados y desparecidos en el mundo.
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*José Martínez M., es
periodista y escritor. Es Consejero de la Fundación para la Libertad de
Expresión (Fundalex). Es autor del libro Carlos Slim, Los secretos del hombre más rico del mundo, y otros títulos, como Las enseñanzas del profesor. Indagación de Carlos Hank
González. Lecciones de Poder, impunidad y Corrupción y La Maestra, vida y hechos del Elba Esther Gordillo.
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