Por: Héctor Medina Varalta
En México la depresión afecta del 12 al 20% de los adultos entre los 18 y 65 años. Este año la crisis económica podría incrementar los cuadros de depresión en México durante la temporada navideña. Y es que para muchos, la época Navideña y el Año Nuevo generan sentimientos de soledad, fracaso, depresión y ansiedad, todo ello ante un panorama incierto. La depresión navideña es resultado de una combinación de factores que coinciden con los meses de fin de año, y lo padece hasta al 20% de los adultos aunque tiende a aumentar en esta época en México. Según un estudio de la Universidad de California, (UCLA) sobre depresión, en momentos de crisis económica las personas se deprimen por no poder tener los recursos para estar con sus seres queridos, escasez de regalos y deudas, entre otros factores. El sentirse triste durante largas temporadas, cansado, decaído emocionalmente y sin interés ni energía para hacer las cosas que antes provocaban placer, es lo que se conoce como depresión, que puede presentarse en un modo leve, moderado y severo.
Medicamento
En México de acuerdo a la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP) el 28.5% de la población presenta en su vida algún trastorno psiquiátrico donde el principal es la depresión. Según los especialistas la depresión navideña desaparece después de dos o tres semanas, si continúa después de mediados de enero, debe consultar a un médico que le recomendará el tratamiento que debe seguir. Actualmente los pacientes con problemas de depresión cuentan con paroxetina un medicamento antidepresivo con eficacia comprobada en el tratamiento del Trastorno Depresivo Mayor y los cinco trastornos de ansiedad: Trastorno de Ansiedad Generalizada, Fobia Social, Trastorno Obsesivo compulsivo, Trastorno de Pánico, Trastorno de Estrés Postraumático.
Testimonio de Ernesto Lammoglia
Todo ensayo, todo artículo, toda compilación, tiene una historia con muchos protagonistas, con muchos actores, y pertenece a varios autores; este testimonio no podía ser diferente. Hace 50 años un niño vivió el impacto de la violencia criminal. Creció tímido, aislado, miedoso, enemigo de los juegos bruscos, sensible a la belleza, adicto a la música y a la lectura, dotado de una fantasía poblada de hadas, ángeles, niñas bellas, inocencia y credibilidad. Un niño calificado de raro, diferente, con poco carácter, corazón de pollo, mudito, maricón, jotito, poco hombre, loco y otros epítetos más. Su madre sabía que Netito era así, lo que no sabía era que ese niño había nacido con una carga genética que lo hacía proclive a la depresión. Pero la casualidad le ayudó a comprender (siendo hija, hermana y cuñada de médicos) que la respuesta emocional y conductual de su hijo de diez años, testigo de un homicidio, no era natural.
Bodas de oro con la depresión
Netito se paralizo. La oscuridad o la noche lo aterraban, no podía estar ni salir solo, no se concentraba, lloraba con frecuencia y su joven organismo empezó a reaccionar: colitis, diarreas y otras alteraciones digestivas. Dolores de cabeza y un pánico absoluto de vivir. No supo qué hacer y decidió pedir ayuda profesional. Como una coincidencia feliz, el manicomio general del estado estaba-y está-en Orizaba, Veracruz, ciudad donde vivía, y el único psiquiatra del estado (y director del hospital) radicaba a unas cuantas calles de la casa familiar. Don Víctor Manuel Concha, médico psiquiatra, supo hace 50 años-y así lo diagnosticó que Netito padecía depresión. El niño tuvo la oportunidad de tomar-para su tratamiento y curación-el primer medicamento antidepresivo que existía en el mercado, y salió airoso de su primer episodio depresivo pero, además, salió con un “pilón”. Efectivamente, Neto decidió, después de la terapia (que duró meses), ser psiquiatra cuando “fuera grande”. En este tránsito de la niñez a la tercera edad, la depresión mayor fue su compañera tenaz. Leal, solidaria y triste compañía, “doña Depre fue su amiga y enemiga; su mejor estímulo y su peor obstáculo; la causa de muchos fracasos y la responsable de muchas de sus habilidades. Neto y la depresión han sido inseparables. En 2001 cumplieron sus bodas de oro.
En el libro “Las máscaras de la depresión”, Ernesto Lammoglia escribe: A mí, por ejemplo, me resulta insoportable la temporada de Navidad. Durante lo que en México llaman el “puente Guadalupe-Reyes”, que va del 12 de diciembre al 6 de enero, yo quisiera permanecer dormido porque me incómoda y me hace sentir muy mal todo el ambiente; desde la música de los anuncios hasta los adornos. En esa época me da la impresión-humana, no médica-de que muchas personas sienten una felicidad artificial que va en proporción directa a lo que pueden comprar. Esa felicidad me parece una caricatura de lo que debería ser la alegría espiritual con sentimientos de volver a vivir, que finalmente es lo que en todas las tradiciones del mundo simboliza la fecha del solsticio de invierno.
Antecedentes de la depresión
De acuerdo a Ernesto Lammoglia, la depresión es una de las enfermedades más antiguas de la humanidad, tan antigua como la medicina. En aquellos remotos días, a las personas con trastornos psiquiátricos se les consideraba poseídos por los demonios. En el mundo prehispánico, la depresión ya era motivo de preocupación y todavía, en algunas culturas indígenas del sur de México, los curanderos hablan de la pérdida del alma y la describen con todos los síntomas de un episodio depresivo mayor.
En el año 1600 a. C., los egipcios trataban la melancolía con remedios a base de hierbas y recomendaban a los enfermos bailar y dormir en los templos. En Grecia y Roma también se llegaron a usar extractos de plantas de amapola y mandrágora y se sugería el ejercicio, el masaje y los baños; en el siglo IV a. C. Hipócrates hace la primera descripción clínica de la melancolía. Él vio una afección de los humores dando el nombre de melancólico a uno de los cuatro tipos; en el siglo II d. C., Areteo de Capadocia habla de la transformación de la melancolía en manía. Galeno dijo que los maníacos se vuelven tímidos y taciturnos.
La depresión a través de la historia
Los árabes en los siglos IX y X recomendaban la diversión, el alcohol, la cafeína, el opio y reír como remedio para la melancolía. Durante toda la Edad Media y primera mitad de la Época Moderna, se observaron episodios depresivos con frecuencia, pero siempre se tomaron como casuales, meras coincidencias sin conexión esencial.
El pueblo, sin embargo, creía que se debía a encantamientos y se ofrecían remedios supersticiosos. El concepto fue muy amplio todavía en tiempos de Esquirol, para quien la melancolía era sólo un nombre que abarcaba ciertos tipos de padecimientos.
Griessinger en 1845 escribió: “La transición de la melancolía a la manía, y a la alternancia de estas dos formas son muy ordinarias: no es raro ver toda la enfermedad que consiste en un ciclo de dos formas que alternan a menudo muy regularmente”.
En 1899, Kraepelin en su clasificación de enfermedades mentales, introdujo la psicosis maniaco depresiva, quedando por primera vez la palabra depresión incorporada a la psiquiatría.
Personajes famosos
No cabe duda que el dolor, junto con el amor, han sido siempre grandes fuentes de inspiración. El oscuro entorno del dolor parece ser lo que toca más profundamente en la sensibilidad de poetas, pintores, compositores y otros artistas. En México hemos tenido grandes ejemplos de maestros que, desde el fondo de su sufrimiento, han creado grandes obras. El escritor mexicano Julio Sesto, en 1929, publica su libro “La bohemia de la muerte” en el que describe la muerte en la pobreza y el abandono de cien mexicanos célebres en el arte. Entre ellos encontramos al famoso compositor Juventino Rosas, a quien Sesto describe como: “…un bohemio pálido de ayunos y de borracheras, con un bigotito sin importancia, con los ojos llenos de desesperanza, los zapatos bohemios, el traje bohemio, la traza bohemia… ¡un infeliz! Basta con escuchar su vals “Sobre las olas” para sentir toda la melancolía que lo invadía”.
Otro que llama la tención en la lista de Sesto es el poeta Manuel Acuña, quien sabemos se suicidó con cianuro. A él lo describe como “el pasional, el infortunado mayor, el enamorado vehemente y el voluntario sacrificador de sí mismo”. Son famosos sus versos: “Pues bien yo necesito decirte que te quiero; decirte que te adoro con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo más…”
El cancionero mexicano está lleno de reflejos depresivos como el compositor de música infantil Francisco Gabilondo Soler, Cri Crí: “Escondida por los rincones, temerosa de que alguien la vea, platicaba con los ratones la pobre muñeca fea”.
Responsabilidad del enfermo
Es necesario hacerle ver al paciente que él no escogió estar enfermo pero que, paradójicamente, debe hacerse responsable de sus recuperación, qué dependerá en gran medida del conocimiento que adquiera de su enfermedad. El enfermo deprimido se siente culpable. Hay una gran diferencia entre ser culpable y ser responsable. El culpable es aquel que deliberadamente comete un acto nocivo para los demás o para sí mismo; el que encubre con conciencia una serie de actos voluntarios es el culpable. Es poco probable que alguien que comete un homicidio doloso nos pueda convencer de que no es culpable, que mató inconscientemente porque de pronto se le cruzó alguien que había sido su enemigo cinco años atrás. Existe una deliberación consciente que se llama culpa.
La otra responsabilidad es indirecta y se ejerce a partir de que se toma conciencia de la enfermedad; en otras palabras, uno no es responsable de tener insomnio, una autoestima baja, perder interés por las cosas que antes disfrutaba o estar comiendo de más o de menos. Pero una vez que se está informado y consciente de que estos son síntomas de depresión, es ya responsable de la propia recuperación, lo cual significa no dejar de tomar el medicamento y asistir a la terapia. Si el paciente no intenta recuperarse sabiendo que está enfermo, entonces es culpable de no hacer nada por él mismo. Además, debe ser responsable sin utilizar el argumento de que no es culpable del mal, como justificación ante los familiares.
.
The Mental Health America, Programa de investigación y estudio de la depresión UCLA, recomienda: Tenga expectativas realistas: Los especialistas coinciden en que fijarse metas realistas es el primer paso para combatir la depresión. Por ejemplo creer que por tratarse de Navidad o Año nuevo todos sus problemas desaparecerán como por arte de magia. No espere pasar una Navidad perfecta, porque de no ocurrir se deprimirá.
No vivir en el pasado.- Todo pasado no fue mejor. Evite comparar estas fiestas con las de años anteriores. Concéntrese en el futuro y en las posibilidades que le traerá el nuevo año.
Mire a su alrededor. Si sólo piensa en usted y sus problemas, sólo logrará aumentar la depresión. Busque hacer una actividad voluntaria en asilo de niños o ancianos, por mencionar algunos.
No piense sólo en el dinero. Concéntrese más en las relaciones personales, que en el estado de la bolsa, el índice de desempleo y otras situaciones que no puede controlar.
Cuidado con el alcohol. Los profesionales advierten del uso del alcohol. Las fiestas y reuniones sociales aumentan las ocasiones para beber. Recuerde que el alcohol es un depresivo y cuando toma en exceso, empeora su depresión.
En conclusión mucho dependerá de la actitud que tome, realice ejercicio físico por lo menos 30 minutos, trate de dormir las horas necesarias y buscar actividades y relaciones nuevas.
regresar/home
0 comentarios:
Publicar un comentario