Fue boxeador, sacerdote, pirata,
joven enamorado, papá y abuelo amoroso; lo mismo encarnó al protagónico que al
villano de la historia, e incluso a un hombre de acción. Para Joaquín Cordero
no hubo fronteras histriónicas y sí una solvencia en su oficio de actor.
Su deceso, a los 89 años de edad,
marca la conclusión de la vida de uno de los actores más prolíficos y
respetados del espectáculo en México.
Antes de descubrir su vocación en el
arte histriónico, Joaquín Cordero hizo en un seminario e incluso también
cursó algunos años en la Escuela Libre de Derecho.
Pero fue la magia del cine lo que
cautivó a Joaquín Cordero y lo llevó a optar por su verdadera pasión. De la
mano de Chano Urueta debuta en el séptimo arte con el filme El corsario
negro en 1944, y poco a poco su presencia se fue haciendo recurrente en
los sets cinematográficos.
Así se puso a las órdenes de una
gran diversidad de directores como Luis Buñuel, Carlos Enrique Taboada, Roberto
Gavaldón, Julián Soler, Rafael Baledón, Ismael Rodríguez, Emilio Gómez Muriel,
Rogelio A. González, Sergio Véjar, Fernando Méndez, Miguel Morayta, Miguel M.
Delgado, entre muchos otros.
Su talento, disciplina y naturalidad
frente a la cámara le permitió transitar con libertad por los géneros de la
comedia, el melodrama, el cine de acción, el suspenso, el terror y la ciencia
ficción, hasta convertirse en un primer actor, con más de siete décadas de
fructífera carrera en los escenarios.
Joaquín Cordero compartió el set con
grandes figuras de la cinematografía nacional como Pedro Armendáriz, Fernando
Soler, Pedro Infante, Sara García, Carmen Montejo, Columba Domínguez, Silvia
Pinal, Julio Alemán, David Reynoso, Carlos López Moctezuma, Roberto
Cañedo, El Santo, Mario Moreno Cantinflas, Javier Solís, Adalberto
Martínez Resortes, por mencionar algunas estrellas.
En su trayectoria, los
filmes Una mujer sin amor, de Luis Buñuel; Pepe el Toro, de
Ismael Rodríguez; El libro de piedra, de Carlos Enrique
Taboada, La
loba, de
Rafael Baledón o Patsy, mi amor, de Manuel Michel, podrían ser
considerados indispensables para explicar su paso por el séptimo arte.
Si bien hizo de la televisión uno de
sus grandes trincheras en los últimos años, sobre todo en telenovelas exitosas,
nunca se alejó del cine, prueba de ello fue su última intervención con la
película Los
inadaptados en
2011, dirigida por Jorge Ramírez-Suárez, Sergio Tovar Velarde, Javier Colinas y
Marco Polo Constandse.
Su talento fue reconocido por todos,
en 1951 obtuvo el Ariel a la mejor coactuación por su trabajo en Las dos
huerfanitas, filme dirigido por Roberto Rodríguez, y en diciembre pasado la
Asociación Nacional de Actores le entregó una medalla por sus 75 años de
carrera.
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