De hoy en adelante será imposible no recordar, año tras año, la Shoáh… Por amor de Dios y de los hombres, elevo una vez más mi grito desolado: que jamás en lo sucesivo se repita semejante iniciativa criminal para ningún grupo étnico, para ningún pueblo, ni raza, en ningún rincón de la Tierra.
Juan Pablo II
Sandra Frid, autora de esta interesantísima novela histórica, relata que sobre Edith Stein hay varias biografías, esta es la primer novela que habla de la santa; un poco fue rescatada después de que los carmelitas sacaron a la luz los escritos de Stein y Juan Pablo II la canonizó, ella es patrona de Europa y a partir de eso, se rescatan y se empiezan a traducir sus obras al español. Cabe mencionar que entre los filósofos es bien conocida. Edith Stein nació en 1891 en el seno de una familia judía, en la adolescencia se declara agnóstica (el único rito al que no renunció fue el ayuno en el Día del Perdón), y más adelante estudiando filosofía en Göttingen, Alemania (Gotinga) ella después de una conversación decidió pedir prestado un libro para leerlo antes de acostarse. Su brazo se estiró y el dedo índice se posó en un ejemplar encuadernado en piel negra, era el Libro de la vida, santa Teresa de la Cruz, en dicho texto Edith encuentra la verdad y decide convertirse al catolicismo, Edith Stein es una de las primeras mujeres que consiguió el doctorado en filosofía, es una época en que las mujeres no tenían derecho al voto y, por supuesto, también fue una de las mujeres que luchó para que tuvieran derecho al voto. Y las ironías de la vida, cuando Hitler va a subir al poder, Edith ya está recluida en el convento, pero no le permiten votar por su origen judío. Es una mujer con muchas perspectivas, es una mente inteligente, es una de las tres filósofas más importantes del siglo XX. Pero, más allá de la filosofía, es una mujer extraordinaria que tiene muchas facetas: es sumamente inteligente, escribió poesía, escribió teatro, por supuesto tiene escritos filosóficos, escritos religiosos, fue conferencista, fue traductora de Santo Tomás, por ejemplo. Luz es una palabra metafórica que Edith Stein utiliza para referirse a la inteligencia, a los iluminados, a Dios y, por supuesto, a la quema de libros judíos.
Roman Ingarden
La santa perdió a su padre cuando tenía dos años de edad y era la más pequeña de la familia, la consentida de la mamá. Su progenitora siempre le decía que tenía el destino le deparaba algo muy grande; Edith tiene una relación entrañable con su madre, y cuando le comunica que quiere convertirse al catolicismo, se entristece, pero no corta la relación. Edith sigue visitando a su madre constantemente y, en la escena en la que Edith le dice que va a ingresar a un convento, es una escena verdaderamente conmovedora. También tiene una relación muy especial con dos de sus hermanas (una de ellas también se convirtió al catolicismo), de hecho, ambas hermanas fueron en un vagón al campo de concentración de Auschwitz. La autora también habla en la novela de otra hermana de Edith con la que tenía una relación muy cercana y de que estaba enamorada de un filósofo polaco, Roman Ingarden era una relación muy difícil porque Edith tenía problemas para relacionarse con la gente, no podía aceptar el contacto físico, ella amaba con el intelecto y así es cómo quiere ser amada. También está la relación con su maestroEdmund Husserl, padre de la fenomenología, una figura paterna para Edith. Todas estas personas tan importantes en el medio en esa época.
Cuando empezó el conflicto contra el pueblo judío, Edith solicitó una audiencia con el Papa Pío XII, requiriendo una audiencia para interceder por sus hermanos judíos y rogarle que publicara una encíclica denunciando el antisemitismo. Sin embargo, el Vaticano denegó su petición por ser ese un Año Santo en el que las peregrinaciones a Roma eran muy numerosas. No obstante, decidió escribir una carta:
Santo Padre:
Como hija del pueblo judío, que por la gracias de Dios desde hace once años también soy hija de la Iglesia católica, me atrevo a exponer ante el Padre de la Cristiandad lo que oprime a millones de alemanes. En nuestra patria han sucedido acontecimientos que suenan a burla de toda justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo. Durante años los jefes nacionalsocialistas han predicado el odio hacia los judíos. Después de haber tomado el poder gubernamental en sus manos y armado a sus aliados-entre ellos señalados a elementos criminales-, ya aparecieron los resultados de esa siembra de odio. Hace poco el mismo gobierno admitió que ha habido excesos, pero no nos podemos hacer una idea de la amplitud de estos hechos, porque la opinión pública está amordazada. El boicot impuesto a los comercios roba a los hombres su subsistencia económica, su honor de ciudadanos y su patria. En las últimas semanas oí de cinco casos de suicidio a causa de las persecuciones. Estoy convencida de que sólo es una muestra que traerá muchos sacrificios más. La responsabilidad caerá sobre aquellos que guardan silencio.
Estos sucesos vienen de un régimen que se dice “cristiano”. Además de los judíos, miles de católicos en el mundo esperan y confían en que la Iglesia levante la voz para terminar con este abuso en nombre de Cristo. ¿Esa idolatría de la raza y del poder del Estado, con la que a diario se insiste por radio a las masas, no es una patente herejía? ¿No es la guerra de exterminio contra la sangre judía un insulto a la Sacratísima Humanidad de Nuestro Redentor, a la Santísima Virgen y a los apóstoles? ¿No es una negra mancha en la crónica de este Año Santo que debería ser de paz y reconciliación? Todos los fieles católicos tememos lo peor para la imagen de la Iglesia si se mantiene el silencio por más tiempo. A los pies de Su Santidad pide la bendición apostólica.
Dra. Edith Stein
Cómo sabían los alemanes quién era judío
Cuando el Tercer Reich se embarcó en su plan de conquista y genocidio, IBM y sus subsidiarias ayudaron a crear tecnologías que posibilitaron programas de identificación y clasificación desconocidos hasta ese momento. Sólo después de haber identificado a los judíos-una tarea monumental y compleja que Hitler quería terminada de inmediato-, se podría lograr una eficiente confiscación de bienes, reclusión en ghettos, deportación, explotación laboral y, en última instancia, aniquilación. Era un trabajo de cruce de datos y un desafío de organización tan colosal que exigía una computadora. Por supuesto, en los años 30, las computadoras no existían. Pero la tecnología de las tarjetas perforadas de Hollerith sí existía. Con ayuda de estos sistemas adaptados a la medida de sus necesidades, Hitler pudo automatizar la persecución la persecución de los judíos. Los historiadores han manifestado siempre su sorpresa ante la velocidad y la precisión con que los nazis fueron capaces de identificar y localizar a los judíos europeos. El hecho es que se usó la tecnología IBM para organizar desde la identificación de los judíos a través de censos, registro y programas de rastreo de antepasados, hasta el manejo de los ferrocarriles y la organización del trabajo de esclavos en los campos de concentración. IBM y su subsidiaria alemana diseñaron uno a uno los complejos procedimientos, anticipándose a las necesidades del Reich. IBM no se limitó a vender las máquinas, sino que facilitó una amplia colaboración y ayuda técnica, convirtiéndose en el único proveedor de las millones de tarjetas perforadas que Hitler necesitaba.De hecho, aparece en la novela cómo es que Edith siendo ya monja carmelita aparece en los registros de la SS y cuando los soldados van al monasterio, éstos le dicen a la madre superiora que falta una monja para votar, la maestra de novicias contesta que la monja no puede votar porque es judía conversa. Los alemanes son muy meticulosos, pues de tres generaciones para arriba la persona era declarada judía.
Sandra Frid menciona que han abierto varios archivos donde aparecen las listas y, un dato muy curioso, las hacían a lápiz para poder borrar y hacer anulaciones.
La escritora comenta que la novela no es otra historia sobre el Holocausto, de hecho está al final de la novela y, aunque, desafortunadamente, Edith murió ahí, es una novela histórica acerca de la vida de este personaje que le parece maravilloso, una mujer sumamente brillante, que le tocó vivir en una época en que las mujeres no tenían derecho a ser inteligentes, que le cerraron las puertas una y otra vez, que el destino la fue arrastrando de una manera implacable: quiso ser maestra de universidad, quiso ser catedrática, pero no se lo permitieron por ser mujer y, después tampoco se lo permiten por su origen judío. Edith Stein o Teresa Benedicta de la Cruz, la primera santa de origen judío fue asesinada en el campo de concentración en Auschwitz.
Por: Héctor Medina Varalta
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