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23/12/10

En defensa del niño maltratado

Bienvenidos al Sitio Web www.informanet1.com Director General: Erasmo Martínez Cano… Comentarios y sugerencias: Editor: Erasmo Martínez / Javier Tlatoa ( portal@informanet1.com ) ( erasmocano@gmail.com ) Informanet Videos

Vincent J. Fontana

Editorial PAX


Eric Erikson escribió:”Quizá algún día exista una bien informada y considerada y, sin embargo, ferviente convicción pública de que el más grave de todos los pecados posibles es el de la mutilación del espíritu de un niño, porque la misma socava al principio vital de confianza, sin el cual todo acto humano, por bueno y justo que parezca, propende a la perversión mediante formas destructivas de rectitud”.
El documentado y educativo libro del doctor Fontana sobre el maltrato del niño debe ser leído por todos los ciudadanos conscientes y, en particular, por los estudiantes de Medicina y de Leyes, por los médicos y pediatras, por los abogados y funcionarios de aplicación de la ley, por los trabajadores de servicio social y otros involucrados en el campo de la asistencia infantil y por miembros de las ramas legislativas, ejecutiva y judicial del gobierno. Todos los examinadores médicos, médicos forenses y patólogos hospitalarios responsables de la investigación oficial de muertes por abuso, descuido y maltrato del niño, lo encontrarán útil en sus respectivos trabajos. Constituye su oportunidad y responsabilidad para descubrir la existencia de muertes de niños debidas a esta a menudo insospechada causa y para confirmar y poner en claro los hallazgos en los casos de decesos evidentemente violentos.

Fontana comenta que en las primeras décadas de 1800 se les hizo trabajar en las minas (a los niños) y en las fábricas inhumanamente explotadoras de Gran Bretaña. En dicho país, a finales de ese siglo, los niños hacían el mismo tipo de trabajo esclavo en análogas clases de lugares, desde que eran poco más que bebés. Trabajaban largas horas, estaban encadenados a sus puestos, se les permitía comer pero poco, y eran urgidos a aumentar sus esfuerzos mediante las bofetadas y los golpes de sus capataces.

Más adelante, en 1874, una enfermera de nombre Etta Weeler encontró a la niña Mary Ellen terriblemente maltratada por su padres, pues la niña estaba encadenada a la pata de la cama. Al parecer Mary Ellen había sido golpeada a menudo, ya que su cuerpo mostraba intensas magulladuras en diversas etapas de desarrollo, y se hallaba lastimosamente subnutrida debido a su dieta de pan y agua. Weeller y los trabajadores sociales de la Iglesia interesados, llevaron rápidamente el asunto al conocimiento de las autoridades policíacas, incluido el fiscal de distrito, sólo para descubrir que las mismas no podían emprender acción legal alguna para sacar a la niña de su peligroso ambiente. No existía una ley que previera semejante situación, ni dependencia que tuviese facultades para intervenir. Los padres ejerciendo su absoluto derecho para educar a su hija de la manera que quisieran, literalmente tenían el dominio completo de la situación.

Al borde de la desesperación, la enfermera y sus amigos trabajadores de la iglesia apelaron a la Sociedad para la Prevención de la Crueldad en los Animales, basándose en que la niña formaba parte del reino animal y, por consiguiente, calificaba para la protección de la sociedad. Mary Ellen fue llevada ante el tribunal en una camilla.  Se encontraba débil, enferma y con todos los signos de maltrato todavía evidentes en su atrofiado cuerpo; pero estaba viva y a salvo. Milagrosa e irónicamente, fue salvada gracias a los esfuerzos de una sociedad dedicada al bienestar de los animales. Para los ciudadanos fue una sorpresa comprobar que la prevención de la crueldad con los animales había sido considerada más importante que la de la crueldad en los niños.

Fontana subraya que, en la actualidad, una y otra vez, aunque no siempre, observamos que  el maltrato físico podía estar asociado con la privación de la atención materna. Vimos diversos grados y tipos de descuido que no iban acompañados de lesiones. A veces observamos daños que no parecían ir asociados con descuido por parte de la madre. Sin embargo, presenciamos casos en los que el maltrato físico coexistía con el descuido o en los que era difícil determinar si se trataba de una cosa o de otra. Examinamos niños en los que los signos radiológicos de desarrollo retardado coexistían con descuido nutricional; otros con piojos y con el hígado reventado; vimos por lo menos un niño que no sólo se hallaba en los huesos sino también deshidratado por haber sido deliberadamente privado de agua; vimos niños demacrados y hambrientos que habían sido golpeados en cada centímetro cuadrado de sus cuerpos, y niños que habían sido encerrados en armarios durante varios días; vimos niños que habían sido, ya fuera por descuido o deliberadamente, sumergidos en recipientes con agua hirviendo y niños que habían sido dejados a la intemperie, casi desnudos en el frío invierno.
¿Dónde estaba la línea divisoria entre el descuido y el maltrato? ¿Cuál de las dos cosas era peor? ¿Importa eso?

Más adelante, el investigador señala que, “Sin embargo, se me decía una y otra vez que estaba exagerando el problema; que el maltrato infantil era producto de mi imaginación, que su incidencia era muy baja y, ciertamente, no responsable de mortalidad en un grado significativo. Recuerdo haber estado en un podio, en la ciudad de Washington, junto con el distinguido sociólogo doctor David G. Gil, mucho antes de que él se embarcara en su famoso estudio epidemiológico del maltrato físico del niño. ‘Doctor Fontana-me dijo en aquella ocasión-, usted pone demasiada emoción en esos casos.’

Así como antes se enfocaba el problema solo en función de la víctima, el doctor Fontana afirma que es necesario estudiar los factores sociales y ambientales responsables del conflicto. Quienes golpean o maltratan no deben ser censurados como anormales y pervertidos. Hay que considerarlos como seres a quienes debemos acercarnos para ayudar a su readaptación. Hay que darse cuenta de que son el producto del ejemplo que tuvieron en la infancia, del mal ambiente en el que crecieron, de vivir siempre en la desesperanza, así como de su carencia de familia organizada. Como pediatra que sufre, protesta enérgicamente por la indiferencia que se ha tenido ante el problema, el autor nos induce a abordarlo no sólo por el daño físico al niño, sino por la mutilación de su espíritu que puede causar daños irreparables que se acrecentarán a medida que crezca y se enfrente con la vida.
Por este motivo nos proporciona alternativas múltiples de solución en un marco médico, psicosocial y legal, ya que es necesario enfrentar cada caso desde todos estos puntos de vista. El texto es de gran utilidad a los profesionistas arriba mencionados y a todas aquellas personas que deseen adquirir un conocimiento dimensional del maltrato a los niños.

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