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2/4/14

Recordamos hoy, con profunda emoción, a un mexicano excepcional: Octavio Paz.

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Formar parte de la Comisión Especial para conmemorar el centenario de su natalicio es un privilegio que me ha permitido adentrarme en su obra poética, en sus ensayos, en sus libros, que le valieron obtener el más alto galardón al que un escritor pueda aspirar, el Premio Nobel de Literatura.


En mi época de preparatoria leí por primera vez El laberinto de la soledad, obra cumbre de la literatura mexicana, que ha trascendido nuestras fronteras, a través de la cual su autor se propuso encontrar una identidad para los mexicanos. Su argumento central es que los eventos históricos han tenido una influencia significativa en los sentimientos que predominan en la mentalidad mexicana.

A través de los nueve capítulos que integran el libro, que incluirían posteriormente una adición de tres, su autor afirma que “en todas sus dimensiones, de frente y de perfil, en su pasado y en su presente, el mexicano resulta un ser cargado de tradición que, acaso sin darse cuenta, actúa obedeciendo a la voz de la raza...”

La primera edición de El laberinto de la soledad ocurrió en el año de 1950. Es un libro que a quien lo lee, como ha sido mi caso, deja una huella profunda a lo largo de su vida, porque en sus páginas encontramos los mexicanos un vínculo con las diferentes etapas de nuestra historia, en las que se entrelazan también el amor, la cultura, las tradiciones arraigadas en nuestro pueblo y se describe la conducta del mexicano moderno.

Pero quizás el tema que más me hace reflexionar en esta obra de Paz, es precisamente el de la soledad. Dice su autor que el mexicano se siente solo y que ese sentimiento también es resentido por el resto de sus semejantes, lo que lo hace proseguir en la búsqueda de otro con quien contrastar las diferencias que lo identifican y que la resignación es una de nuestras virtudes populares.

Y yo pienso que la importancia del libro, ahora que lo he vuelto a leer con motivo de la conmemoración del centenario del nacimiento del ilustre escritor mexicano, es preguntarnos si los mexicanos en la era de la tecnología, del gran avance de la internet, que vivimos la explosión de las redes sociales y nos desempeñamos en un mundo globalizado, nos seguimos sintiendo solos o si hemos superado esos complejos de frustración a los que hace referencia Octavio Paz en su célebre obra.

Mi particular punto de vista es que a partir del movimiento de 1968, que propició precisamente la renuncia de nuestro Premio Nobel de Literatura a sus responsabilidades diplomáticas, el mexicano comenzó a demandar un cambio que derivó en la transición democrática de la que hemos formado parte y que las grandes transformaciones que ha vivido el mundo en lo político, económico, tecnológico y social nos han forzado a ser si no distintos, si diferentes al mexicano descrito en El laberinto de la soledad.

Sin embargo, El laberinto de la soledad sigue siendo en el siglo XXI un texto vigente porque aún prevalecen en nuestro país muchos mexicanos que se sienten solos y frustrados por la falta de empleos, de oportunidades y por el marcado predominio de las desigualdades.

De ahí la importancia de retomar el libro de Paz al conmemorar el centenario de su nacimiento en esta Cámara de Diputados, para analizar desde nuestras tareas legislativas qué tanto estamos contribuyendo como legisladores para apoyar a que muchos mexicanos puedan encontrar la salida de ese laberinto de la soledad en que se encuentran.


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